Fuera del Laberinto 5: Gwendolyne (tras La Justicia)

Este capítulo está adelantado, dejadlo para después de La Justicia. Tendría que releerlo, ahora mismo no estoy seguro de si pega más después de ese. He cambiado el título de este para aclararlo a los que se lo leyeron.


3 capítulos de muestra de una novela pendiente de publicar empiezan a ser muchos... pero aquí va:






Gwendolyne



    Había 4 aventureros en una cueva oscura. El guerrero de armadura pesada iba delante, y se aseguraba de lucir genial. No llevaba un casco, y su melena negra oscilaba a su paso. Su armadura tenía huecos para lucir músculos.

Detrás iba la cazadora, una usuaria de lanza con un peto de cuero tachonado que dejaba a la vista sus abdominales. Era alta y no vestía nada que le estorbara. Era diestra con la lanza y tenía una daga para no quedarse desarmada cuando la lanzaba.

En tercera posición iba una arquera. Irónicamente ella sabía mucho más acerca de trampas que la cazadora lancera. Vestía una cota de malla y armadura de cuero, y si un monstruo la alcanzara cuerpo a cuerpo, esperaba defenderse con alguna de sus pequeñas dagas, las cuales llevaba en dos cinturones cruzados por su pecho. Las usaba como proyectiles cuando se quedaba sin flechas. La mayor parte del tiempo se encargaba de llevar una antorcha propia, por si escaseaban las antorchas mágicas de las paredes, algo habitual junto a las trampas. Solía decir que su trabajo era desactivarlas cuando le tocaba tener que alumbrar en vanguardia.

En retaguardia estaba la maga. Vestía armadura pesada y se movía con torpeza, pero esperaba resistir ataques sorpresa y por la espalda, así como algunas flechas y ataques mágicos que le alcanzaran accidentalmente, si el resto no podían bloquearlos. En el último cofre del tesoro había obtenido un cayado mágico, así que sus hechizos eran más potentes ahora. Y en el Noveno Piso había conseguido un libro de hechizos que se había pasado dos días estudiando y practicando. Como estaba orientado a aventureros con dones otorgados, no requería años de práctica y estudios. Era sobre todo instintivo. Pensaba que ya estaba capacitada para enfrentarse a las criaturas que, según el bestiario, se encontraban en los subterráneos del Undécimo, bajo el valle.

—Tened cuidado —dijo la maga—, esto no son goblins.

—Llevas el sombrero puntiagudo chafado —replicó el guerrero sin mirarla.

—Así es como se supone que debe ser, inclinado para un lado.

—No te preocupes, sabemos lo que hacemos —dijo la lancera—. Hicimos el recorrido completo desde el primero. Encontramos un portal a otro mundo y aprendimos algunas cosas de un gremio de cazadores de monstruos. Y hemos pasado dos meses entrenando en el Octavo. Está todo controlado.

—Cualquiera se pasa dos meses entrenando al lado de casa, frente a las barricadas —replicó la maga—. Y no serviría de nada si el rey Félix no hubiera cambiado la tasa de regeneración de monstruos para que los novatos pudiéramos entrenar.

—No veo el problema —intervino la arquera—. Aunque nuestra “experiencia” para subir de nivel deje de crecer si repetimos lo mismo, nuestra experiencia real siempre sigue adelante. Es bueno practicar.

—Estoy de acuerdo —dijo la lancera.

—Pues lo de los goblins ha sido de mal gusto —dijo la maga—. Perdí a mi anterior equipo en una emboscada. Todos murieron.

—Y tú no —dijo la lancera.

—¿Qué insinúas?

—Se te da bien correr.

—¿Ah, sí? ¿Qué mago lleva armadura pesada? Dificulta escapar.

—Son dos formas de ser cobarde.

—Vi cómo los goblins les saltaban encima por todas partes, varios a la vez, apuñalando cualquier sitio libre con cuchillos envenenados. Vi cómo al guerrero le noqueaban con una honda en la cabeza. Y aun así vosotros sois descuidados. Arrogantes. Vais por ahí pavoneándoos en vez de escucharme. Yo perdí a mi equipo, pero vosotros todavía no comprendéis lo peligrosa que puede llegar a ser La Mazmorra.

—Sigue hablando y te dejaremos aquí —cortó el guerrero—. Ya casi hemos llegado al minijefe.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó la maga.

—Demasiada calma. Poca luz. Camino ensanchándose. Lo dice la guía del aventurero novato, la leí en internet.

—Y pensar que los gobiernos todavía no quieren reconocer nada de esto… —comentó la arquera—. Por cierto, cada vez se espacian más las antorchas. Sería una zona de trampas si esto no fuera ya una sala de paredes de roca. Ya sabéis lo que eso significa …

Un portón de barrotes cayó cortándoles la retirada.

—Vamos, venid a por mí —dijo bravucón el guerrero; alzó su enorme espadón de hoja ancha y aguardó el desafío.

La arquera soltó la antorcha en el suelo con cuidado y tensó el arco, pero no sabía a dónde apuntar.

 La lancera se puso en posición de lanzamiento y activó la carga de maná, aplicando al artefacto un efecto doble de explosión y rayo en la punta: era buena destruyendo las barreras y armaduras reforzadas con elemento tierra, o aturdiendo y paralizando a un monstruo de armadura pesada, como el jefe semigigante del Noveno Piso. Y con su hilo de telaraña amarrado al mástil la recuperaba con unos cuantos tirones.

De las galerías laterales, cerradas con puertas de madera, brotó un río de goblins.

—¡¿Qué, en este piso?! —preguntó alarmada la maga.

—Bah, cálmate, solo son goblins.

El guerrero los partió por la mitad. Uno tras otro. En horizontal y en vertical. Los atravesaba de dos en dos. Embestía y los golpeaba barriendo a varios con la hoja plana, creando espacio. Los bloqueaba con la pequeña rodela de su antebrazo izquierdo, y otras veces con su enorme espadón. Los goblins no se terminaban. No había rastro del jefe. Solo más y más criaturas débiles, interminables.

Y entonces comenzó a cansarse.

—¿A qué esperas para lanzar algún hechizo? —protestó.

—¡¿A qué quieres que le dispare?! ¡No hay nada con lo que valga la pena disparar!

—¡Pues lanza protección! —dijo la guerrera bebiendo un antídoto. Le pasó otro al guerrero. La arquera estaba racionando las flechas. Solo le quedaban 3, pero cubrió a ambos. No lo bastante rápido, pero el guerrero pateó la cara de otro, saltándole un ojo de su cuenca.

La maga conjuró un hechizo de barrera y quedaron protegidos por un cubo de maná. Fueron rodeados inmediatamente. La sala de roca estaba a rebosar de goblins, ahora caminando sobre cadáveres. Los dos guerreros jadeaban.

—Solo me quedan 3 flechas, luego consumiré mi maná en pocos minutos si esto sigue así. Y ni ella ni yo somos muy buenas con las dagas.

—Esto va a terminar mal —dijo la maga—. Cuando mi equipo murió eran muchos menos.

—También erais novatos débiles —repuso la cazadora.

—No os preocupéis, está todo controlado. Levanta la barrera.

—Pero vuestras heridas… nosotras apenas hemos podido protegernos con las dagas, y solo porque vosotros os interponíais.

—No podemos dejar que se acumulen. Y las pociones casi han hecho efecto del todo. Vamos, siguen entrando.

—Un momento —dijo la maga—, ahora son suficientes. Gastaré un montón de maná, pero creo que puedo provocar una buena…

—¿Explosión? Sí, quémalos a todos.

—No, nos mataría encerrados en esta sala. Pensaba en ráfagas de rayos en área, una tormenta de mago. Están armados con cuchillos y aperos de labranza y hachas de leña y martillos. Suficiente metal para guiar a los rayos. No sería tan útil en un bosque de lobos.

—¿A qué esperas? —dijo la cazadora.

—Bueno, parece que acaban de venir los últimos —dijo el guerrero—. Es el momento.

Los goblins se habían amontonado formando escaleras humanas, y treparon sobre el cubo; comenzaron a golpearlo desde arriba también.

—Ya lo entiendo —dijo la exploradora bajando el arco—. El rey ha metido goblins aquí porque estamos a 3 pisos de distancia del portal de la Tierra. Para que sea como en el tercer piso.

—¿Y por qué se cargaría el orden de dificultad? —repuso la cazadora—. Está claro que no es por eso. Y estos son muchos más, lo ha dicho la maga. No es un desafío para los que llevan bajando solo 3 pisos.

—Pero son débiles…

—Acabamos de gastar pociones de curación, contra venenos y contra intoxicaciones por sus hojas contaminadas. En el tercer piso rara vez las usan, pero estos están relativamente mejor equipados. Y son más fuertes y rápidos.

La maga terminó de recitar el conjuro compuesto por dos largos hechizos. Con un gesto la pared se desvaneció y los goblins cayeron sobre todos, pero el guerrero desvió a algunos para que no apuñalaran a la maga ni la arquera. La maga, totalmente concentrada y con los ojos cerrados, hizo un gran esfuerzo por lanzarlo correctamente sin hacer fuego amigo. Relámpagos brotaron de sus dedos y se extendieron por toda la sala, con un resplandor cegador que los deslumbró a todos.

Cuando se acostumbraron de nuevo a la penumbra, todos los goblins estaban muertos.

—Os lo dije, no era para tanto —dijo orgullosamente el guerrero. Miró las nuevas heridas sangrantes. La poción comenzó a curarlas antes de terminar el efecto, dejándolas a medias.

—Y todo esto sin un minijefe —dijo la arquera preocupada—. ¿Qué haremos ahora? ¿Nos vamos y recuperamos fuerzas?

—Ahora hay regeneración diaria de monstruos porque entran demasiados aventureros —repuso el guerrero—. No dejaremos que otros se lleven el mérito.

La exploradora y la cazadora sonrieron y asintieron.

—Debemos volver —dijo la maga. Todos se volvieron a mirarla—. Sois demasiado orgullosos para verlo, pero hemos estado a punto de morir.

Los demás estallaron a carcajadas. La maga se quedó estupefacta.

—Solo son goblins —dijo el guerrero—. Venga, vamos.

Abrió la marcha y continuó por una puerta al azar. Parecían todas iguales, así que no le dio importancia. En su interior el pasillo era estrecho y con poca iluminación. La arquera se puso en vanguardia, puesto que era la mejor exploradora que tenían. Estaba ocupada con la antorcha, y detectó algunas trampas, como azulejos interruptores de trampillas e hilos que disparaban flechas desde los laterales.

—Hay goblins detrás —dijo la exploradora agachada.

—Yo me encargo —dijo la lancera, y rápidamente se puso detrás de la maga—. ¿Cuánto maná te queda?

—He gastado de golpe la mitad —contestó—. Me queda un tercio más o menos.

—Esperaba más de un nivel 20 con estudios —murmuró el guerrero.

Pronto otra docena de goblins apareció por delante. Solo entonces cerraron la pinza.

—Será más fácil que antes —dijo el guerrero.

Pero durante la batalla el espadón chocó varias veces con las paredes. Su movilidad quedó muy limitada. Y lo mismo sucedió detrás con la lancera. Ambos fueron heridos de nuevo.

—Mierda, vamos a tener que gastar otra poción —dijo el guerrero—. Vamos a tener que usar las vuestras como reserva.

Ni la arquera ni la maga contestaron.

—¡Mierda! —dijo la arquera—. ¿Por qué no hemos recogido las flechas?

—¡No me jodas, era tu responsabilidad! —replicó la cazadora.

—Pero si el grupo no se detiene, ¿cómo esperas que lo haga?

Los dos guerreros del grupo bebieron otra poción de curación, pero no retrocedieron para buscar flechas. Luego exigieron que las dos de apoyo les dieran una de las suyas. Ahora solo podrían curarse una vez.

—Es una putada que sean tan escasas —dijo el guerrero.

—O tan caras —dijo la lancera.

—Es lo mismo —dijo la maga—. Quizá en estos pasillos estrechos sea mejor que luchéis con dagas.

—¿Bromeas? —replicó la lancera—. ¡Este lugar es perfecto para ensartarlos en un pinchito!

Un grupo de otros 5 goblins se aproximaba por el fondo, entre la oscuridad. 3 de ellos fueron atravesados de lado a lado por la lanza.

—¡Ja! —exclamó la lancera. Un goblin que se había librado vio el hilo e impulsivamente lo cortó. La cazadora tiró y se cayó de culo—. Espera, ¿qué?

—¡La han desarmado! —exclamó la maga. “¡Está volviendo a pasar!”, pensó. Imágenes de su primer equipo siendo aniquilado desfilaron por su mente.

Antes de que se pusiera en pie, un pasadizo secreto se abrió súbitamente a la izquierda, dejándose caer una sección de la pared. El ruido la distrajo. Un grupo de goblins corrió y los separó. Apenas logró ponerse en pie y sacar su daga. Rodearon a la cazadora y le alcanzaron superficialmente por todas partes, mientras intentaba defenderse en vano. La arquera fue degollada y otro cuchillo atravesó su corazón. La maga gritó. El espadón del guerrero cortó a una pareja de goblins por la mitad, pero también le hizo un tajo en la pierna a la cazadora.

—¡Lo siento!

—¡Animal! —protestó ella cayendo sobre su rodilla. Otro goblin saltó sobre su espalda y le apuñaló el cuello por detrás.

—¡No! —gritó él. La atravesaron por todas partes. También se ensañaron con la arquera muerta. El hombre gritó y los embistió.

La maga dejó de gritar. Logró conjurar a tiempo una barrera que bloqueó el pasillo. Al al darse la vuelta vio a lo lejos a otro grupo que corría hacia ella, por lo que conjuró la segunda.

—¡No puedo tener activos más de dos hechizos! —gritó con la esperanza de que sirviera de algo. Se volvió y el guerrero había acabado con todos. Estaba jadeando y malherido. Los últimos goblins se detuvieron frente a la barrera. Él esperaba fuera.

—Voy a tener que beberme mi última poción —dijo sin pensar en las compañeras caídas ni sus bolsillos.

Mientras lo hacía oyó los pasos pesados. Se dio la vuelta.

—Un troll —dijo agotado—. Un maldito troll. Justo ahora. ¡Maga! ¿Te queda maná para luchar con fuego?

—¡Sí! Ya sé que su regeneración no cura heridas.

—Pues baja la barrera de este lado y cúbreme.

—En este pasillo te dará a ti también.

—Resistiré. Tengo armadura mágica y nivel 25. Por algo era el mejor del grupo.

Pero algo iba mal. La maga pensó que sonaba a despedida. “Quiere sacrificarse para que al menos alguien sobreviva”. Su corazón se encogió. La criatura golpeó el suelo amenazadoramente, y el estruendo hizo que temblara el suelo bajo sus pies; la bruja se estremeció. “¿Pero cuánta fuerza tiene esa cosa?”.

—¡Que no te dé de lleno! ¡Un golpe y estás muerto!

—Lo sé. ¡Ahora!

La maga bajó la barrera. Conjuró un hechizo doble de bola de fuego y refuerzo. Cerró los ojos para concentrarse mejor, y solo tuvo la esperanza de que él supiera lo que hacía. Una vez que estuvo listo los abrió. El troll estaba demasiado cerca. El guerrero estaba tras él, intentando distraerle. Usaría el cuerpo del monstruo como escudo. No podía dudar o malgastaría el maná.

—¡Bola de fuego reforzada!

El resplandor no fue nada; el ruido de la explosión fue ensordecedor. El dolor del fuego fue peor. Sintió todo su cuerpo sacudirse y salir despedido. Rodó sobre el suelo y se activó el azulejo interruptor; la trampilla se abrió y la maga cayó al vacío.

Su armadura completa la salvó. Chafó y quebró las afiladas estacas envenenadas de madera. Su nivel era lo bastante alto para resistir el impacto. “Es una trampa contra exploradores, suelen vestir armadura ligera”. No sabía si la había salvado la suerte o la prudencia. En cualquier caso fue la sensatez lo que le hizo romper y tumbar a patadas el resto de las estacas antes de intentar salir. Necesitó un par de intentos, pero logró rebotar entre las paredes de dos esquinas para alcanzar el borde de la trampilla, 10 metros por encima. Haberse encargado de las estacas le hubiera librado, si vistiera armadura ligera, cuando perdió el equilibrio al aterrizar. Su nivel también le daba la suficiente fuerza y agilidad para lograr trepar de esa manera, como un gato por una chimenea.

Para cuando emergió de la trampa los goblins que venían por detrás estaban a pocos metros. Habían dejado de correr al verla caer. Usó su daga y comenzó a matarlos. Fue una lucha sucia y arriesgada. Su yelmo la protegió de un garrotazo en la nuca. Tomó la espada oxidada de uno de ellos con la mano izquierda, y se encargó más fácilmente del resto.

Una vez que terminó cayó de rodillas, temblando. Tomó aire. Miró al guerrero. Estaba con una rodilla en el suelo y el espadón apoyado, agotado. Levantó el pulgar y sonrió. La maga vio cómo dos goblins que se hacían los muertos se levantaron y le atravesaron el cuello.

—¡No!

Entonces el troll recuperó la consciencia y se levantó lentamente.

—¡A tu espalda! —advirtió ella, pero sabía que era inútil. Él ya estaba tosiendo su propia sangre antes de que el troll le hiciera aplastara la cabeza desprotegida. El garrote medía metro y medio y era grueso como un árbol joven. No se quebró pese a la tremenda fuerza del monstruo.

La maga se dio la vuelta y corrió. Corrió y corrió, y no se detuvo. Saltó sobre otros goblins. Bloqueó a otros con una barrera. Creó otra, móvil, y la empujó para despejar el camino, en una prueba de fuerza contra otro grupo, hasta alcanzar una salida lateral, y continuó corriendo.

La barrera era el hechizo que más fácilmente le salía porque era el que más había practicado, así que podía tanquear durante la batalla, incluso yendo sola. La mayoría de los magos se centraban en la lucha ofensiva para ser independientes, sin necesitar guerreros a su lado, pero ella no: ella eligió el trabajo en equipo, y no ser una carga para los demás. Por eso podía protegerse a sí misma y a los demás. Cuando comprendió que ser prudente le había salvado la vida, dejó definitivamente de ver La Mazmorra como una diversión o un juego para gente con vena aventurera. Había visto morir a demasiados compañeros de la Tierra. “Nos jugamos la vida aquí dentro, ¿y para qué?”, pensó disparando una pequeña bola de fuego a un par de goblins lanceros en la entrada de la cueva. La explosión mató al que le impactó directamente y aturdió al otro; ella lo remató con la daga cortándole el cuello.

Llegó hasta la superficie por sus propios medios, casi sin maná. Sus piernas flaquearon y continuó los últimos pasos gateando. Estaba a pleno sol. “Los goblins rara vez se aventuran al exterior. Estoy a salvo”.

Se echó a llorar.

Pero se dio la vuelta justo a tiempo. Esquivó la pedrada de la honda. Habían aparecido más detrás de ella, en la cuesta sobre la entrada. Uno estaba corriendo silenciosamente hacia ella al perder el factor sorpresa. El otro preparaba la honda, y uno más tenía un arco corto, poco habitual entre goblins. La maga bloqueó la hoz del corredor y le pegó un puñetazo en la mandíbula; entonces le apuñaló en el corazón. Bloqueó la pedrada con el antebrazo, protegido por metal.

—Monstruos —dijo—. ¡Sois todos monstruos!

Lanzó su daga al arquero y la flecha le alcanzó de lleno en el pecho, pero las placas de la armadura la salvaron. Para su sorpresa le alcanzó al primer intento en el cuello. Cogió la hoz y corrió hasta el de la honda. Al ver cambiar la situación echó a correr, llorando, y pidió piedad en el idioma goblin. No fue traducido. La maga lo decapitó de un solo tajo.

Recogió el pequeño arco infantil y el carcaj, prácticamente de virotes de ballesta, y se los colgó a la espalda. Guardó la hoz en el bolsillo. Recuperó su daga empapada de sangre, y echó a correr de nuevo.

Corrió hasta el camino real, territorio seguro rodeado de empalizadas. No habría monstruos en su interior. Y no se detuvo hasta la posada más próxima, junto a la entrada del Décimo Piso, dentro de la zona segura.

 

* * *

 

Estaba mirando el plato sin apetito, junto a la chimenea. Otros la estaban mirando. Se había quitado el yelmo y lo había dejado en su mesa, pero seguía manchada de sangre seca.

—¿Ha sido un día duro? —preguntó un hombre sentándose a su lado.

—Lárgate —contestó sin mirarlo.

—El rey Félix acaba de intercambiar el piso donde aparecen los goblins —dijo el desconocido. Los ojos vacíos recobraron la vida. Lo miró lentamente.

—¿Ha sido culpa suya?

—Según he oído decir al tabernero, ha habido quejas últimamente por parte de algunos políticos, o militares o lo que sea. Gente de la Tierra quejándose de que morían demasiados novatos a manos de goblins. Otro tipo en la barra decía que por eso ahora aparecen después de Vhae Dunking…

—Esos no eran goblins, payaso.

—No seas maleducada. Solo es un disfraz. Otros llevan máscaras o yelmos. Yo prefiero el maquillaje. ¿Por qué dices que no eran goblins?

—Eran demasiado astutos. Demasiado fuertes y rápidos. Demasiado bien coordinados. Siempre había más escondidos en alguna parte. Luchaban demasiado bien. Sus emboscadas…

—Suenan como goblins reales, no monstruos.

—¿De qué hablas?

—Dicen que en los viejos tiempos, El Amo había permitido algunas especies reales aquí dentro. Eran mucho más peligrosas que las imitaciones creadas por La Mazmorra. Pero el rey los expulsó a su mundo natal, excepto a los elfos.

—Yo he oído lo contrario, que aceptó más exiliados que antes.

—Veo que conocéis la historia.

—Solo acerca de elfos y wyverns, pero no sabía que el resto de monstruos también estaban incluidos.

—No creo que sean goblins reales. Simplemente estarán menos debilitados, más parecidos a los verdaderos. He oído que en el reino de Kar-Blorath los del gremio de cazadores de monstruos tienen verdaderos problemas con ellos. Su velocidad de reproducción, violando a las secuestradas, es tan milagrosa como demoniaca. En 3 días nacen varios goblins de una sola mujer. En 3 meses alcanzan su talla adulta, aunque sea la de un niño para nosotros. Para entonces están listos para reproducirse. Y comparando con las demás razas, la velocidad a la que aprenden es igualmente diabólica. Pueden matar aventureros a los 6 meses.

—Suena como si sintieras fascinación por ellos.

—Son criaturas extraordinarias y me gusta la biología. Es natural que sienta curiosidad por monstruos como esos. ¿Quién sabe hasta dónde podría llegar un superviviente con años de experiencia escapando milagrosamente en el último momento? ¿Cuánto podría aprender de los aventureros a los que ve matar a sus compañeros? Me resulta fascinante.

—Métete tu fascinación por donde te quepa. Han matado a todos mis compañeros. Dos veces.

—Entonces eres doblemente extraordinaria. ¿Para qué buscar a un gran superviviente goblin teniendo a una humana como tú?

—Déjate de juegos. Si sabes algo de ellos dime por qué estos son tan peligrosos.

—¿Tu anterior equipo fue aniquilado en el Tercer Piso?

—Sí.

—¿Entonces por qué crees que estos son tan diferentes?

La maga guardó silencio.

—Creo que simplemente se han adaptado a la dificultad de este piso —dijo finalmente el hombre con cara de payaso—. Al rey Félix no le debía parecer bien que se mantuvieran en baja dificultad.

—¿Y aun así no son como los reales?

—Me temo que no. De lo contrario habrían sido erradicados en su mundo natal. En lugar de eso se extendieron por La Red de Mundos como la plaga de conejos de Australia hace milenios. Claro que en algunos mundos están más hostigados que en otros. Depende de la población de monstruos local. Es decir, equilibrio entre depredadores.

La maga comenzaba a sentirse mejor. No sabía por qué, pero tomó un sorbo de agua, y luego se bebió la jarra entera. Para su sorpresa estaba masticando el primer bocado de sucedáneo de pollo cuando hizo su siguiente pregunta:

—¿Me ayudarás a matar goblins?

El hombre payaso sonrió de forma inquietante.

—No sabía cómo proponértelo. Me alegra que hayas recuperado el ánimo.

Ella apuñaló el pollo con el cuchillo de mesa.

—Todos los goblins morirán.

Él rió y ella notó que había traído su propia jarra de vino especiado.

—Todos los goblins morirán —repitió él; alzó la jarra y ella brindó con él.

 

* * *

 

—¿Seguro que esto funcionará? —preguntó la maga recibiendo la inyección.

—Oh, sí, puedes estar segura.

Se encontraban en la milenaria ciudad de Vhae Dunking, en el sótano de un taller de artesanos enanos. Según decía el cara de payaso, era un laboratorio, pero a ella le recordaba a temas de brujas y calderos, con frascos llenos de sustancias extrañas. Ya era la segunda que recibía, tras tomarse varias píldoras, y estaba sentada en una silla sobre un pentagrama iluminado con resplandor verde; no era detectora, pero su vello se erizaba en presencia de tanto maná concentrado.

—¿Con esto seré más fuerte?

—Ya te lo he explicado: tu cuerpo se adaptará en horas del mismo modo que los humanos de Tierra II lo hicieron tras varias generaciones.

—Dijiste que para eso era una de las píldoras y el pentagrama. ¿Qué hay de lo demás?

—Esta adaptación te hará subir varios niveles tanto en físico como en poder mágico. Digamos que vas a sobrepasar el 30.

—No me has contestado.

—Ah, sí. Las otras píldoras son para que no te maten las inyecciones.

—¡¿Qué?!

Intentó levantarse pero la mano del hombre salió disparada y la sujetó del hombro. La empujó contra la silla de metal acolchado como si no pesara nada. Con un chasquido se crearon correas de maná que la ataron de pies y manos. Además la silla estaba atornillada al suelo.

—¡¿Pero qué es esto?! ¿Qué haces? —la maga entraba en pánico rápidamente, forcejeando en vano.

—Las cobayas deberían mostrarse más colaborativas.

—¡Suéltame!

Comenzó a recitar un hechizo, pero el maná no respondió a su llamada. Lo terminó sabiendo que no tendría ningún efecto. El payaso sonreía cada vez más espeluznantemente.

—Sigue gritando, por favor. Esta es la mejor parte.

—¡Socorro!

—Oh, sí…

—¡Ayuda, por favor! —gritó más fuerte.

—Otra de las píldoras bloqueaba el flujo de maná.

—¡Que alguien me saque de aquí!

—Hay una barrera de silencio, pero no pares.

El hombre estaba claramente excitado. La maga palideció aún más.

—La primera de las inyecciones es sangre de vampiro refinada. Si eres compatible deberías experimentar la transformación parcial. Claro que hay un 95% de probabilidades de morir sin depurarla primero. Tras el tratamiento baja al 80%, y la píldora lo baja aún más. Me temo que no sé cuánto, no he sacrificado a suficientes cobayas para tener datos estadísticos para esta última versión.

—Estás enfermo…

—¿No me vas a decir que estoy loco?

—Eso es lo que significa.

—Tan solo es que no siento respeto por ti ni por tu vida. En cambio mi familia me importaba un poco antes de que muriera.

“Está podrido por dentro”, pensó la maga.

—¿Qué me harán las otras inyecciones?

—Pronto lo descubrirás.

—Dímelo ahora… por favor.

—Querías ser más fuerte. Lo serás.

—¿Qué voy a perder?

—Tu voluntad, por supuesto. Desde hoy eres mía. Dime, ¿quieres que también te implante ayudas? En la Tierra decís que eso es “cibernético”. Ya sabes, bombas de pociones y antídotos, sentidos ampliados con tecnología… ese tipo de cosas.

—Prefiero usar artefactos y habilidades, si no te importa.

—Buena chica. Has aprendido rápidamente tu lugar. No soy tan vanidoso como para necesitar que me llames “amo”. Ni siquiera necesito que muestres tu colaboración, porque esta será inevitable muy pronto.

—¿Cómo… cómo vas a… controlarme?

—Magia. Eso lo haré al final. Es parecido a los contratos mágicos, pero no tan poderoso. Sin embargo nadie que hayas conocido sería capaz de romperlo.

La maga reflexionó en silencio. “Este hombre quiere esclavizarme. Se nota que es un sádico. Un psicópata tal vez. Pero parece algún tipo de… científico loco. Parece que lo que le interesa es hacerme fuerte de verdad. Si sobrevivo”.

—¿Realmente quieres que mate a esos goblins?

—Por supuesto. Y lo harás tú sola, para comprobar que el experimento ha funcionado. Y luego continuarás sola, tan lejos como puedas llegar. Quiero que seas fuerte. Es más, la segunda inyección modifica el efecto de La Mazmorra sobre ti, estimulando el crecimiento: es como si subieras más de nivel de lo que La Mazmorra pretende. Lo lamento por romper la sorpresa tan pronto. Ah, y otra cosa: los refuerzos vampíricos también serán como subir entre 4 y 12 niveles, dependiendo de cómo afecten a tu cuerpo. Si sobrevives. Claro que eso no se verá reflejado en tu nivel asignado. En resumen: vas a hacer trampas jugando a los aventureros. Además te quedarás con toda la experiencia que normalmente se repartiría en un equipo. Veamos lo lejos que puedes llegar.

La maga lo asimiló en silencio. Sentía su cuerpo arder por dentro. Le faltaba poco, pero todavía lograba evitar gritar por el dolor. Pero no quería ceder. Sabía que él lo estaba esperando. “No le daré esa satisfacción. No gritaré nunca más”.

—¿Por qué yo? —preguntó finalmente. Él parecía decepcionado.

—Llamaste mi atención, además de ser una presa fácil: sin compañeros, traumatizada y con sed de venganza. No estabas en situación de pensar con claridad.

—¿Por qué llamé tu atención?

—Una especialista en magia vestida con armadura pesada, que había sobrevivido por sí sola luchando como una guerrera. Eso era evidente con solo mirarte.

El ardor menguó. Cada vez más rápidamente.

—Para otros no era tan claro.

—¿Comparas mi intelecto con el de la podredumbre terrestre que deambula por las posadas? Junto a la entrada del Octavo Piso solo hay basura humana, ignorante, débil y pretenciosa. Como tú.

Ya no sentía dolor.

—Creo que la transformación ha terminado —dijo la maga.

—¿Qué te hace pensar eso?

Fue como si un martillo golpeara su cabeza.

Después gritó de dolor. Sintió su cuerpo retorcerse por dentro.

Y luego todo fue oscuridad.

 

* * *

 

—Despierta.

La maga abrió los ojos. El Señor M la miraba orgulloso.

—Sí, señor —dijo sentándose. Estaba en una camilla de enfermería. “No, de laboratorio”. Se puso en pie e hizo estiramientos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó M.

—Como nueva. Ligera como una pluma —dio varios saltitos con las puntas de los pies, y cada uno la hacía elevarse más de un metro.

—Bien. Tu quemadura ha tardado unos minutos en curarse.

—¿Qué quemadura?

—Una que te hice con una lámpara de rayos ultravioleta. Ten cuidado con el sol. Bastará con que estés a la sombra o te tapes con ropa.

La maga miró la palma de su mano izquierda. Seguía en el nivel 20.

—¿No debería haber subido un montón de niveles?

—No. No has recibido experiencia. Gracias a eso las trampas serán aún más efectivas. Cuanto más alto sea tu nivel, más lentamente avanzarás. De modo que hiciste bien en dejar vivos algunos goblins, habrías subido al nivel 21. Tampoco remataste al troll tú sola, o serías nivel 22.

—A ver si lo entiendo: en realidad mi poder, por adaptación al maná, es el de un nivel 30, excepto por las habilidades que La Mazmorra no me ha dado…

—Sí.

—Y por otro lado, la vampirización me ha llevado cerca del nivel 40, con algunas habilidades de vampiro.

—Habilidades latentes que tendrás que aprender a utilizar. Pero sí.

—Y cada vez que suba de nivel, adquiriré experiencia extra.

—Y te lo dije fuera del alcance del Fantasma, que siempre nos espía. De ese modo no corregirá su error. Al menos no hasta que sea demasiado tarde.

—¿Y entonces no me bajará el nivel sin más?

—No puede hacerlo. Va contra las normas. Estudié muy bien cómo hacerle trampas a su propio juego. Puede hacer otras penalizaciones, o poner condiciones para debilitarte o bajar tu nivel, pero solo si sigues jugando. En ese momento saldrás de allí y te pondrás a mi servicio.

—Espero estar a las alturas de sus expectativas, señor M.

—Y yo. Si no aprendes lo bastante rápido, no perderé el tiempo.

—No le entiendo.

—Seré tu maestro de magia. Si no estás a la altura reemplazaré la mitad de tu cuerpo por implantes, como hacía con la basura de las mazmorras.

—¿Qué mazmorras?

—Las del Castillo Negro.

 

* * *

 

Ya habían pasado dos años.

Hubo más experimentos exitosos. El científico hizo que solo necesitara dormir 4 horas al día, así que se pasaba 18 horas diarias estudiando y practicando magia. Cuando no le enseñaba directamente el Señor M, lo hacía su discípulo número 1. O bien se enfrascaba estudiando los libros.

—Dedicas el triple del tiempo promedio que invierten los magos en su formación —dijo una vez el discípulo meses atrás—. En esta ciudad serías equivalente a un iniciado de sexto año, un rango intermedio. Aunque eso es independiente de la cantidad de maná que pueda absorber y procesar tu cuerpo, o de tu habilidad y precisión para controlarlo. O para moldear el del exterior, en el éter. Claro que tu falso nivel 20 más todas las mejoras del Señor K te han puesto efectivamente a ese nivel de poder.

—¿K?

—Cambió de apodo contigo. Cuando me acogió se hacía llamar Señor K. Lo que quiero decir es que me sorprende lo lejos que has llegado. No es solo una cuestión de horas invertidas: también tienes mucho talento. Has dominado algunos hechizos de alta potencia o gran área, y ya puedas combinar 4 hechizos. Todo eso te hace apta como maga de combate, junto a tu facilidad con las barreras. Podrías luchar en vanguardia.

—Gracias.

—Pero la hora que pasas entrenando como una guerrera, y tus avances resistiendo contra los cyborgs los últimos meses, me han hecho replantearme tu rol.

—¿Qué quiere decir, maestro?

—Que también eres una buena guerrera. Cuando vuelvas a La Mazmorra deberías subir de nivel centrándote en ello. Los dones del Fantasma reforzarán esa faceta física. No necesitas tanto poder mágico.

—Creo que el Señor M piensa lo contrario. Creo que quiere una especialista.

Entonces el científico entró en la sala.

—Seguirás tu propio camino —dijo M—. El Fantasma sabe cuál es. Sigue tu instinto y crecerás de la forma adecuada.

—Como ordene mi señor.

—La verdad es que estás creciendo mucho más rápidamente de lo que esperaba.

—Gracias, Señor M. Me esfuerzo todo lo que puedo.

—No podía ser de otra manera.

 

* * *

 

Pasaron dos años y medio desde que lo conoció. Su formación mágica bajó a 15 horas diarias el último semestre, y otras 4 horas entrenándose en otros roles, incluyendo la detección de trampas, el asesinato sigiloso, el tiro con arco, lanzamiento de dagas y otras destrezas físicas. Eran las bases que potenciaría al subir de nivel.

Llegó el día de su graduación. La maga dejó de ser llamada “novata” y fue recompensada con su nombre de sirvienta, en reconocimiento por sus logros: Gwendolyne.

—Desde ahora te llamarás Gwendolyne —anunció el Señor M. La maga inclinó la cabeza hasta que su frente chocó contra el suelo, en el pentagrama.

—No merezco tal honor, maestro.

—Eres la discípula que más rápidamente ha aprendido en todos mis siglos de enseñanza.

—Me siento halagada.

—Y hablo de rendimiento por hora invertida, no por reducirte las horas que necesitas dormir.

—Le había entendido.

—Y he podido comprobar que tenía razón.

—Mi señor me honraría explicándome la razón.

—Hay algo que nunca te conté. Mi máquina detectora te había localizado antes de que llegaras a aquella posada. Al partir con tu equipo hacia aquella cueva, de hecho.

—No entiendo nada.

—Tú te hiciste aventurera antes de que mi padre fuera destronado. Fuiste seleccionada por El Fantasma como parte del primer equipo sustituto, si El Candidato Especial fracasaba.

—Si yo fuese una candidata especial lo sabría.

—El Fantasma te abandonó cuando su primera opción triunfó. Pero el hecho de que siguieras viva, la única de aquel grupo, me indicó que tú eras la importante. Mi corazonada dio en el clavo.

Gwendolyne recordó a su amiga. Debía seguir en la Tierra. “Quizá el maestro se equivoca”, pensó. Pero no se atrevió a sugerirlo. Su ira era terrible, y siempre se enfurecía al insinuar que podía estar equivocado.

—¿Yo era una candidata especial? Me resulta tan extraño… tenía entendido que los candidatos especiales son prodigios que se ven cada mil años. He oído que todos los mundos de La Red tienen leyendas sobre ellos. Siempre son grandes héroes.

—Y suelen convertirse en reyes. Lo sé, a veces esas historias son ciertas. Nunca te lo había preguntado. ¿Por qué dejaste de subir de nivel después de conocer a Martin El Destronador, durante la guerra?

—Después de la que se había liado, la guerra y la muerte a nuestro alrededor, una amiga superviviente y yo nos volvimos a casa.

—Pero no acabó ahí tu vida de aventurera…

—No, claro. Unos meses después me sorprendí comprendiendo que volvía a tener ganas de aventuras, y entonces el portal volvió a aparecer allí mismo, en mi dormitorio, esperándome.

—El Fantasma es muy cotilla, ¿verdad? Siempre espiando tus pensamientos, incluso fuera de tu territorio. Al menos si llevas su marca. Siempre tengo que tomar algunas medidas para pararle los pies.

—Llamé a mi amiga y se lo conté. Me dijo que estaba loca. De modo que entré yo sola por el primer piso.

—Ya veo. Repetir pisos anteriores no da experiencia, normalmente.

—Sí. ¿Hay excepciones?

—El Fantasma hizo trampa con el Candidato Especial la última vez. Sigue.

—En el Segundo Piso encontré el portal a otro mundo de La Red. Allí me encontré a una pareja acampando en el exterior. Necesitaban a alguien para montar guardia por la noche, sería mejor entre 3 personas. Y así comenzamos a colaborar…

—Sáltate esos detalles.

—Aprendimos algunas cosas de unos cazadores de monstruos. Ganamos equipamiento de calidad en un gremio haciendo misiones. Y luego volvimos, pensando que teníamos experiencia real.

—Seguíais siendo novatos.

—Sí, pero como ya no cargábamos con la insignia más baja del gremio, rango porcelana, pensábamos que no éramos frágiles.

—Y luego hubo goblins.

—Exacto. Nos confiamos. Para entonces uno de esos aventureros “no novatos” del gremio, de rango obsidiana, se nos había unido: era un guerrero enano. Así que siendo 4 y creyéndonos con experiencia por hacer misiones 3 meses, nos confiamos. Vi cómo los goblins del tercer piso los mataban a todos.

—Me contaste lo de la segunda vez cuando no me importabas nada. Pero ahora quiero saber más sobre ti.

—¿La forma en que sobreviví? Ellos fueron señuelos que los mantuvieron distraídos. Yo solo eché a correr.

El científico estalló en carcajadas.

—Demasiado indigna para haber sido candidata especial. El Fantasma debió quedar muy decepcionado contigo.

—El enano me lo dijo: “¡Escapa mientras puedas!”. Dio la vida para salvarme. No podía dejarme matar.

—¿Qué aprendiste?

—La importancia de una armadura completa. El enano no la llevaba. Vi cómo buscaban los huecos. Le vi resistir en pie, sangrando. Y luego solo corrí sin mirar atrás.

—¿Qué nivel tenías?

—19. Tuve que hacer una misión de monstruo opcional para subir al 20, con mi último equipo.

—Una nivel 19 debería haber arrasado con ellos con una daga y un escudo. Eran los goblins del tercer piso, mucho más débiles. ¿Qué te detuvo?

—La formación que habíamos ensayado. Nos habían enseñado en el gremio cómo repartirnos las tareas. Se suponía que yo tenía que encargarme de los hechizos y estar en retaguardia.

—Ya veo. No tuvieron en cuenta que tú eras la más fuerte. Necesitabais una formación diferente. Y deberías haber desarrollado tu lucha física para aprovechar tu nivel.

—Pero entonces no me daba cuenta.

—Solo subiste un nivel. ¿Qué te impidió hacerte más fuerte antes de conocer al tercer equipo?

—Tras perder a mi segundo equipo a manos de los goblins, decidí que tenía que aprender magia más a fondo. Estuve un tiempo aquí, en Vhae Dunking. La primera vez, antes de conocer al Destronador, pasé de largo. Pero tras más de año y medio con el usurpador en el trono, ya había algunos humanos en la ciudad, por todos los cambios que hizo. Cada vez más terrestres penetraban en La Red. Así que formé un nuevo equipo. Busqué entre todos los que eran lo bastante prudentes para tomarse su tiempo de aprender y equiparse en la Ciudad de los Sabios. Y todos eran humanos para que nos compenetráramos mejor. Parecía un buen plan.

—¿Qué salió mal?

—Su arrogancia. Como en el tercer piso. No me escucharon. Y quería mandar el guerrero por ser nivel 25. Joder, yo aprendí más esgrima de la que él sabía solo por practicar en el gremio con mi segundo equipo. Él solo era un bruto mal protegido ondeando una mole de metal. Cualquiera podría hacerlo.

—Así que en total has tenido 3 equipos.

—Sí, mi señor.

—Pues el número 4 será el definitivo para ti.

—Será un honor luchar a su mando, mi señor.

—Me he acostumbrado al lenguaje informal, es más breve. Ya te dije que no soy vanidoso. Llámame Señor M. O solo M.

—Entendido, M. ¿Cuál será mi primera misión?

 

* * *

 

Masacró hasta el último goblin. Redujo a cenizas al troll. Hizo todos los monstruos opcionales. Y luego siguió avanzando, sola.

Despejó los subterráneos enanos del piso 12, resolvió sus intrincados acertijos mecánicos sin problemas, y continuó al piso 13, territorio de dragones.

Había uno observándola sobre el acantilado cuando cruzó el portal.

—Hueles a vampiro —dijo amenazadoramente. Se detuvo. Recordó las palabras que debía recitar.

—Soy una semivampiresa liberada, sin secuelas.

—Tú no eres Mary.

—No.

El dragón saltó y el estruendoso impacto levantó una nube de polvo. Sus amenazadores ojos se acercaron y la olfateó de cerca.

—Tu karma no es malo.

—No.

El dragón se relajó y su cuello se flexionó, alejando sus fauces.

—¿Quién eres?

—Solo soy una aventurera. No quiero salir del paso asignado a La Mazmorra. ¿Me dejarás luchar contra dragones falsos?

—Eso sería vergonzoso. No permitimos que haya dragones tan debilitados como para que los aventureros de este piso puedan con ellos.

—¿Tiene la culpa La Mazmorra de que el portal de vuestro planeta conecte con un piso tan bajo?

—Sí. ¿Dónde están tus compañeros?

—Viajo sola. ¿Si no voy a luchar contra dragones, qué se supone que debo hacer para continuar?

—Según nuestro acuerdo con el rey, yo decido si puedes pasar de este punto. Sé que eres maga. Muéstrame lo que sabes hacer.

Recitó una combinación de 4 hechizos: fuego, viento, amplificar y marca rastreadora. Lanzó esta última primero señalándole con la palma, como un impulso de maná.

—¿Seguro que quiere que le lance este ataque?

—Y sin contenerte —dijo alzando el vuelo.

—Muy bien… ¡Misil rastreador! —el cañonazo creó una onda expansiva de llamas en forma de anillo, abriéndose desde sus manos a toda velocidad; el proyectil ígneo, alargado y con estela como un meteorito, era más veloz y poderoso de lo que el dragón había calculado. Hizo un par de maniobras evasivas en el aire, pero también era más ágil cambiando su trayectoria de lo que pudo prever; finalmente le impactó de lleno en el pecho. La explosión lo lanzó como si un gigante le hubiera pegado un empujón, pero estaba ileso. Corrigió su postura y le habló desde el cielo, aleteando sus alas.

—Nada mal, niña. No eres tan débil como aparentas. Puedes pasar.

Caminó y salió del desfiladero. Estaba en terreno volcánico. A lo lejos vio una pequeña ciudad de piedra de estilo griego clásico. Había un anfiteatro más cerca, vacío. Siguió por el camino de piedra gris, serpenteante, hasta llegar a la cima de una colina adyacente al volcán. Había otro dragón, durmiendo y roncando.

—Hola —dijo Gwendolyne. El dragón se despertó y la miró perezosamente. Su voz era de mujer.

—Hola, niña. ¿Aventurera?

—Sí, señora.

—¿Por qué?

—¿Eh? Pues… porque me gusta.

—¿Te gusta ponerte en peligro?

—No.

—¿Te gusta ver morir y sangrar a tus compañeros?

—No. De hecho viajo sola. Así no veré morir a nadie a mi lado. Nadie que no sea mi enemigo.

La dragona guardó silencio un momento. Su cabeza, que estaba elevada sobre la de Gwendolyne, bajó lentamente hasta mirarla a los ojos, pero no era desafiante.

—¿Qué esperas conseguir?

—¿En general, en la vida? ¿O aquí dentro?

—Solo contesta.

—Quiero… hacerme más fuerte.

—¿Y luego qué harás con ese poder?

—No lo sé. ¿Matar goblins? Solo quería matarlos a todos. Al menos maté a los del Undécimo.

—¿Undécimo?

—Sí, el rey Félix los ha cambiado de sitio. Por lo visto morían demasiados novatos. Pero ya he perdido a dos equipos, antes y después del cambio, a manos de goblins. No es que haya servido de mucho.

—Pobre niña. La culpa del superviviente.

—¿Eh? No me siento culpable. Me alegra estar viva.

—¿Cuál es tu propósito?

—Ya se lo he dicho, señora: hacerme más fuerte.

—¿Para qué, si te sobra poder para masacrar goblins?

—Porque… ¿por qué no?

—Sé cuándo mientes.

Gwendolyne guardó silencio.

—Si no me gustan tus respuestas no superarás este punto.

La chica suspiró.

—Cumplo órdenes. Espera de mí que me haga fuerte. Todo lo posible.

—¿Quién?

—Mi señor. No puedo decirle más sobre él.

La dragona apoyó su cabeza en el suelo y cerró los ojos.

—No puedes pasar.

Se hizo el silencio. Y pronto volvió a roncar.

Gwendolyne se quedó mirando alrededor por si alguien le estaba vigilando. “¿Se supone que nadie me va a detener?”. Intentó dar un paso, pero no pudo. No tenía permiso. Tragó saliva. “Estoy en el mundo de los dragones. Bueno no, es una recreación, según me dijo el Señor M. El caso es que esto está lleno de ellos. Y son reales. Todo su poder al máximo. Me dejaron claro que no podría vencerlos. ¿Entonces qué hago?”.

—¿Señora dragona?

La dragona dejó de roncar, abrió los ojos y la miró sin interés.

—¿Qué quieres ahora? Ya te he dicho que no puedes pasar.

—¿El de la entrada impide el paso a los que tienen mal karma?

—No. Solo a los débiles. Si fueras una guerrera te hubiera dicho que le golpearas. Ya que La Mazmorra permite que avance la gente malvada, nosotros tenemos que aguantarnos y permitirlo también. Es parte del trato.

—¿Entonces qué es lo que usted debe impedir que pase?

—Si te lo dijera no serviría de nada esta prueba.

Cerró los ojos y siguió con su siesta.

Gwendolyne se sentó y cerró los ojos también.

Los abrió al comprender.

—Señora.

—¿Qué quieres ahora, niña? —esta vez ni se molestó en abrir los ojos.

—Voy a continuar mi camino, me de permiso o no. Aunque acabe corriendo con todos los dragones de la zona detrás de mí. Aunque tenga que echar una carrera a la muerte mientras las llamas me persiguen.

—Qué poético. No puedes pasar.

Gwendolyne se puso en pie. Localizó la cueva a la que se dirigía el camino, al otro lado de la colina, y echó a correr.

Utilizó impulso de maná explosivo en cada zancada; hechizos de refuerzo de velocidad y de resistencia a la fatiga; barreras que desplegó una tras otra a lo largo del camino, y corrió paralela a este. La gran bola de fuego brotó de la dragona, y justo a tiempo Gwendolyne saltó al camino, protegida por la primera barrera. El calor fue molesto en la piel de su cara, y se la tapó bajando el yelmo. “¡Quema!”. En cuanto la primera llamarada se consumió, la barrera, agrietada, estalló en pedazos. Miró a la colina y la dragona apenas empezaba a levantarse. El primer ataque había sido desganado y perezoso. Gwendolyne echó a correr con todas sus fuerzas, y esta vez estaba inundada de adrenalina. “Joder, joder, joder!”.

Sintió que el ataque comenzaba y se alejó del camino, lanzándose de cabeza cuesta abajo. Tal y como esperaba la segunda llamarada fue directa a la barrera. El impacto extendió las llamas a los lados, y el fuego destelló unos metros por encima de Gwendolyne. La barrera se fundió y el remanente de llamas la sobrepasó, mientras se extinguían. Se preguntó si estaba calculado para que sobreviviera, en caso de haberle alcanzado por parapetarse tras la barrera.

Se puso en pie y echó a correr. La dragona planeó hasta ese lado de la ladera. Preparó su ataque. Gwendolyne ya conocía su retardo. Sin mirar sintió con suficiente claridad la acumulación de maná, y también calculó su propia velocidad. Justo en el momento adecuado, antes de la masa crítica, corrió hacia la izquierda, subiendo de vuelta al camino. Las llamas pasaron tras ella, mientras saltaba y rodaba por el camino, apartándose de ellas. Ahora la ladera había hecho de escudo. Se levantó y siguió corriendo sobre el camino de piedra. Había otras dos barreras preparadas.

La dragona echó a volar sobre ella.

—¿Cómo te defenderás ahora? —dijo preparando su próximo ataque. Gwendolyne se detuvo. Usó omisión de cántico, directamente con la habilidad otorgada por La Mazmorra, y creó una tras otra 4 barreras. O eso intentó, porque solo tenía preparada una cuando impactó el fuego. “Estoy mirando la muerte a la cara”, pensó. La segunda barrera se terminó de conjurar antes de que la primera fuese destruida. Pero las llamas aún seguían a plena potencia.

—¡Para! —gritó. Pero las llamas continuaron. La tercera barrera continuó formándose a tiempo, y la segunda fue sobrepasada. Entonces notó que las llamas comenzaban a debilitarse. Comenzó a recitar el conjuro formal, ya que su límite con la habilidad había sido sobrepasado. La tercera barrera tardó más en consumirse. El fuego siguió debilitándose. La cuarta tardó un poco más.

Y finalmente, cuando su hechizo de barrera creó la quinta, la cuarta barrera se rajó y desmoronó. Las llamas se extinguieron. “Eso ha estado cerca…”, y entonces abrió los ojos como platos al darse cuenta de que la dragona estaba en caída libre directamente hacia ella. “¡Mierda!”. Echó a correr y la barrera estalló en mil pedazos, rebasada. La criatura se posó en el suelo. Gwendolyne seguía corriendo, y la siguiente llamarada apuntaba directa a la barrera. “Parece que se está cansando, este ataque es débil, tengo unos segundos”. Pudo recitar otro conjuro de barrera. Sus habilidades otorgadas tenían “tiempo de enfriamiento” y había alcanzado su límite. El fuego se extinguió antes de destruir la segunda, pero estaba dañada y a punto de desmoronarse.

—¿Eso es lo único que sabes hacer? —dijo la dragona. “No me voy a parar a discutir”. Sin contestar siguió corriendo. La entrada a la cueva estaba cerca. “¡Ya casi he llegado!”.

Pero se formó una barrera diferente, dorada, bloqueando el paso. Gwendolyne detuvo su carrera a tiempo de no hacerse daño, pero rebotó con un choque de sonido metálico. Se cayó de culo torpemente y se levantó de inmediato. Se dio la vuelta. La dragona había desaparecido. En su lugar había una mujer de aspecto élfico y larga melena rubia y piel rosada, con la mano alzada. La bajó lentamente.

—Te dije que no podías pasar.

Gwendolyne había oído hablar de eso: los dragones podían tomar aspecto humanoide. Aunque esa mujer vestía solo una túnica blanca al estilo clásico, con bastante piel expuesta y sin rastro de armadura. “En este estado se supone que son mejores magos, excepto por los ataques directos de fuego. Pero físicamente más débiles. Pero el maestro me dijo que no podría vencerlos. ¿Era una prueba? ¿Debería intentarlo?”.

Mientras pensaba todo esto, la mujer caminaba a paso vivo.

—¡Atrás!

—¿Por qué? —contestó sin detenerse. Gwendolyne chasqueó la lengua. Saltó a un lado de la ladera para que la explosión se desviara en ángulo opuesto, y conjuró el hechizo cuádruple del misil mágico.

La dragona conjuró una esfera de agua frente a la barrera dorada. “¡¿Qué?! ¿Dragones usando agua?”. Pese a todo lanzó su ataque.

La explosión disparó vapor de agua al otro lado de la colina. La barrera dorada no mostraba daños aparentes. “Mierda…”. Se giró. La dragona estaba cada vez más cerca.

—¡Voy a pasar de un modo u otro! ¡No intentes detenerme!

—¿Por qué?

Gwendolyne extrajo el martillo de guerra del artefacto de inventario que le dio su maestro, un arma que había obtenido en el piso 12, y le aplicó un hechizo de rayo, adecuado para dañar barreras reforzadas con tierra. Golpeó la barrera una y otra vez, frenéticamente, pero no le hacía ni un rasguño. Recordó, nerviosa, que no había utilizado hechizo de refuerzo de fuerza, y lo lanzó. La dragona casi la había alcanzado.

—¡Atrás! —repitió, y lanzó los últimos golpes desesperados.

La dragona se detuvo a dos metros, justo cuando Gwendolyne dejó de atacar la barrera y se puso en guardia frente a ella.

—¿Por qué tanta insistencia? —preguntó la dragona.

—Es la voluntad de mi señor.

—Lo veo en tus ojos. Hay algo más. ¿De qué se trata?

—¿Mis ojos?

—He conocido a varias personas manipuladas o controladas con magia. Tú lo pareces, pero a la vez eres diferente. Me pregunto en qué.

—¿Controlada? Mi señor es mi maestro. Me ha enseñado… casi todo.

—Ya lo veo. Como eres humana veo tu juventud. A tu edad no deberías ser capaz de tener tal dominio de la magia. No sin habilidades otorgadas. Y tu poder real no se corresponde con tu nivel asignado por El Fantasma. Es algo más allá de los refuerzos vampíricos. ¿Cuál es el secreto de tu maestro?

—Daría mi vida por mi maestro. No diré ni una palabra sobre él.

—Entiendo. No solo te controla, se ha hecho indispensable para ti, ha hecho que te sientas en deuda con él, y ha logrado que te importe de verdad. Te ha manipulado bien.

Gwendolyne se hartó. La miró con fiereza a los ojos.

—¡Déjame pasar! ¡Abre el paso y no interfieras! ¡Nada me impedirá cumplir mi misión, ¿te enteras?!

La dragona le sostuvo la mirada. Finalmente suspiró.

—Está bien.

—¿Eh?

—Mi trabajo es comprobar tu determinación. Este lugar es muy peligroso. No queremos a gente jugándose la vida sin saber lo que están haciendo, como si fuera un juego. Tienes que tener claro lo que haces, y que es realmente quieres. Lamentablemente en tu caso, estás siendo controlada de varias maneras.

—No informarás de esto a nadie.

—¿O qué?

—O tú y todos los demás seréis destruidos.

—¿Por quién? ¿Por ti?

—Mi señor es poderoso.

La dragona sonrió.

—¿Crees que mi pueblo no podría con él? ¿Quién se cree que es?

—Él no está solo. Sirve a alguien incluso más poderoso.

—Puedes pasar.

La barrera dorada desapareció. Gwendolyne frunció el ceño. Miró inquisitivamente a la mujer, pero esta se mostró inexpresiva. “¿Se ha asustado después de todo?”. Sin darle la espalda, con cuidado, se introdujo en la cueva. Pronto echó a correr. Nadie la siguió. Activó un par de trampas pero se libró por los pelos. Desactivó otras y finalmente llegó hasta el portal. Había un acertijo que resolver antes de que se quitaran los barrotes indestructibles. Le llevó un par de minutos dar con la combinación correcta de palancas, que hacían girar cubos con símbolos en cada cara. Cruzó y llegó al piso 14.

—¿Lo has oído todo? —preguntó la mujer dragón.

—Sí —contestó El Fantasma apareciéndose a su lado.

—Bien.

—Siempre es agradable encontrar a alguien que puede verme tan fácilmente.

—No te veo, solo te oigo.

—Vaya.

—Parece que El Amo ha hecho su movimiento.

—O al menos su hijo.

—¿Crees que la envía él?

—No lo sé todavía. Lo que hayan hablado ha sido más allá de mi alcance. Tienen medios para impedir que les espíe fuera de mis dominios.

—Oí que el semidragón del Amo tenía un ayudante tan malvado como él.

—Sí, también podría ser cosa suya.

—¿Quién es ella?

—Era parte de un grupo que pensaba usar como sustituto si algo salía mal. Pero salió bien.

—Has evitado decirme si ella era otra candidata. Eres tan escurridizo como siempre.

—Solo cumplo mi función.

—¿No es demasiado fuerte, incluso como semivampiresa?

—Lo es. Gracias por ponerla a prueba.

—No son solo los hechizos formales que ha aprendido, o que pueda combinar 4. Es… todo.

—Sí. Probablemente ha sufrido transformaciones de laboratorio. Y estimulación de crecimiento, como los humanos de Tierra II, pero de forma acelerada. Seguramente es lo primero que le hicieron, fuese quien fuese.

—¿Qué harás con ella?

—No lo he decidido.

—Tus planes inefables requieren su tiempo, ¿eh?

—Pero la vigilaré de cerca.

 

* * *

 

En el piso 14 había monstruos humanos. Es decir, eran artificiales. Algunos parecían bandidos medievales, y otros parecían salidos de una distopía postapocalíptica, con sus trajes de cuero con pinchos, crestas y cosas por el estilo. Los primeros luchaban igual que los aventureros, formando grupos débiles pero coordinados en equipo. Los segundos usaban armas de fuego falsas, alimentadas por maná: eran artefactos de disparo de bolas de fuego explosivas, y consumían una pequeña astilla de cristal de maná por cada bala, quedando agotada su carga. Esto fue una nueva incorporación al bestiario, tras incorporarse la Tierra a la Red por intervención del rey Félix, al menos de forma parcial: después de todo seguía estando protegida. Solo los humanos tenían permiso para entrar. Había muy pocas excepciones, y normalmente seguían órdenes directas del rey, del mismo modo que unos años antes Tom, el leónido, cruzó el portal cumpliendo una misión.

Gwendolyne sentía repugnancia. Odiaba matar humanos, aunque fueran falsos. Y también odiaba la casquería que adornaba sus escondrijos. Todos parecían ser putos psicópatas asesinos en serie, y se lanzaban como locos pegando alaridos contra ella. Su armadura, que había sido encantada por sí misma, era capaz de resistir las balas falsas. De modo que los embestía y liquidaba con armas blancas, uno tras otro. Era más sucio, pero decidió que necesitaba practicar, pese al asco que sentía. Los que usaban espadas y tenían aspecto medieval, tenían cierta destreza utilizándolas, y se combinaban con otros magos débiles. El hecho de que fuera sola le complicaba las cosas, pero podía crear un par de barreras con su habilidad, y luego recitar algunos otros hechizos. Iba tomando un parapeto u otro según lo necesitara, con un combate ágil y sin dejar de moverse.

Finalmente llegó hasta el camino que llevaba a Tierra II. Había letreros señalizadores. Había evitado intencionadamente el camino seguro de los comerciantes, para poder seguir subiendo de nivel. “Solo tengo que saltar la barricada, que ningún monstruo traspasa, y podría descansar en Tierra II. Quizá incluso visitar El Castillo Negro. Oí que hay una posada a las afueras, junto al establo”. Vio pasar un carromato tirado por caballos, y otro autopropulsado por cristales de maná, de manufactura enana. Ambos eran lentos. “Ni los motores de explosión, ni las baterías ni la pólvora funcionan dentro de La Mazmorra”.

—¿Quieres que te lleve, muchacha? —pregunté, deteniendo el carro.

—Creo que seguiré cazando monstruos, gracias.

—Como quieras —pegué un pisotón a un pedal y la máquina se puso en marcha de nuevo. “Pero la verdad es que necesito descansar”, pensó ella. La verdad es que me alegra que tengamos tan buenos artefactos para explorar recuerdos en los interrogatorios. Lástima del uso que les dimos con ella.

—¡Espere! —exclamó Gwendolyne. Sabía que no debía hacerlo. Sabía que tenía una misión. El Señor M le había insistido en que se alejara del rey. “Pero no pasará nada si me mezclo con la gente y lo veo desde lejos, ¿verdad?”.

Impulsivamente Gwendolyne saltó sobre la empalizada, y aterrizó directamente a mi lado, sobre el asiento de madera. Me reí.

—La verdad es que nunca he visto El Castillo Negro —dijo ella, aún con el yelmo puesto.

—No es nada especial, si te soy franco. No se puede comparar con los palacios de piedra de los enanos.

—De eso estoy segura.

La llevé a través de la explanada exterior de Tierra II, ahora sin una cúpula que obstruyera el sol, y la hierba volvía a cubrir el lugar. También había árboles jóvenes por todas partes. Y allí se alzaba, en todo su tétrico esplendor, El Castillo Negro, el refugio del Amo durante milenios, la fortaleza del rey Félix I. El lugar donde estuvo el laboratorio principal de su maestro, el Señor M. El lugar donde, a su retorcida manera, seguían encontrándose todo tipo de tesoros de conocimiento, porque como le habían contado, el rey había creado una división de investigación y desarrollo. Sentía curiosidad por verla. Había aprendido algunas cosas sobre la ciencia de su maestro.

Así que en cierto modo Gwendolyne se sintió como si regresara a casa, y decidió que no podía ver solo la fachada. No se quedaría en la posada del exterior. Tenía que echar un vistazo al interior, al menos. Necesitaba verlo por sí misma. “Y si hay suerte, tal vez incluso logre ver al rey en persona”.

—Dime, ¿te gustaría ver al rey? —pregunté.

—¡Claro! En la Tierra todo esto intenta mantenerse en secreto, pero los que lo conocemos lo admiramos.

—He oído que es temido.

—Sí. Por eso no he dicho que sea conocido como un héroe. Todavía discutimos si es bueno o malo.

—Pues yo lo conozco, ¿sabes?

—¿En serio?

—Sí, trabajo en el taller del castillo. Yo estaba allí el día en que… ¡oh, pero qué hermosa eres! —exclamé cuando ella se quitó el yelmo.

—Gracias. En teoría esto es terreno seguro, y los guardias querrán verme la cara.

—Muy cierto.

Gwendolyne se quitó el guantelete izquierdo para contemplar su nivel. 2 niveles por completar el Undécimo, los goblins y el minijefe troll. 4 por hacer ella sola las 2 zonas con 2 minijefes del Duodécimo, en superficie y en territorio enano. Se saltó el jefe kraken durmiendo en el mar, era opcional y estaba hecho para enfrentar grandes grupos. Sin importar lo grande que fuera un grupo, todos sus miembros subían 2 niveles superando las pruebas de los 2 dragones. La limpieza de monstruos humanos en las 2 zonas del piso 14, pero no había encontrado a los minijefes ocultos, y no había luchado contra el liche opcional de la cueva de la charca venenosa, un zombi humano alzado como mago con regeneración. Para enfrentarlo tendría que haber pasado de largo ante el camino a Tierra II.

—Nivel 30 —dijo Gwendolyne.

—Entonces acabas de estrenar el aura de color. ¿Cómo te sientes?

—Rara. Es como si mi cuerpo empezara a brillar con luz violeta cuando le presto atención. Pero no la veo con mis ojos.

—Ya te acostumbrarás.

Lo que Gwendolyne no dijo era que gracias a los experimentos del Señor M, los refuerzos físicos y mágicos eran mayores de lo que pretendía La Mazmorra. Tal vez como si hubiera subido 15 niveles en vez de 10. Pero no obtuvo habilidades extra, eso no pudieron forzarlo.

“Me siento tan extraña… ¿entonces soy como un nivel 35 más 10 niveles por refuerzo vampírico, más otros 10 por mutación para adaptarme al maná? Apenas reconozco a mi cuerpo”.

—Me pregunto si me costará mucho dominar mis nuevas habilidades.

—Bah, eso son un par de días de práctica. Los dones otorgados no tienen nada que ver con el entrenamiento que hace la gente ahí fuera, en los mundos de La Red.

—Ya me enseñaron la teoría para varias clases, así que supongo que tienes razón.

—He oído que el rey no tenía ni idea de usar habilidades durante la mayoría de los pisos.

—¿Qué? ¿En serio?

—Totalmente. Aun así se las ingenió para sobrevivir. Y eso que ni siquiera tenía entrenamiento alguno antes de venir aquí. Además lo hizo solo en los primeros pisos.

—Solo, sin entrenamiento ni habilidades…

—Por algo es el rey, ya sabes. Y no fue así todo el tiempo. Fue haciendo compañeros y aprendiendo cosas por el camino…

La chica enmudeció. Me salió el tiro por la culata, como dicen los terrestres. Sé cuándo una persona cree que no da la talla. No podía permitirlo.

—¿Alguna vez has oído un chiste de los enanos? —pregunté sacándola de su ensimismamiento. Se puso el guantelete de nuevo.

—Viejo, gracias por llevarme, eres simpático, pero no tengo ganas de ligar.

—Veo que el chiste soy yo —dije haciendo un mohín.

—No pretendía…

—¡Te tomaba el pelo! —y me eché a reír. Mi risa es contagiosa y terminó riéndose también.

Así fue como conocí a Gwendolyne, el último amor de mi vida. Lástima que no fuera correspondido.


Comentarios

  1. Respuestas
    1. ¿En qué, puedes profundizar?
      Tengo la sensación de que este capítulo falla, y no sé en qué momento poner esta subtrama sobre el científico payaso. Cronológicamente antes iría el que escribí ayer con compañeros de Igraine en el lado del científico, pero tampoco tengo claro el orden en el libro.

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    2. Hola, disculpa si tardo en contestar. Por motivos personales apenas puedo conectarme.
      Me gusta porque es un relato ligero. No me ha parecido que falle en nada. Vale, de acuerdo en que no es tan denso como otros capítulos que has escrito, pero abre nuevas vías de desarrollo en la trama, incluso aprovechando personajes de fondo del relato principal.
      Me ha gustado que rescates a las chicas con las que se encontró Marty y la aparición de un nuevo narrador promete nuevas líneas argumentales. Además, el tono general de todo el capítulo es ameno y de lectura fácil.
      Para la cronología interna no veo necesario que sigas un orden estricto. Siempre y cuando aclares lo que quieras puedes alterar la aparición de personajes sin destruir la cohesión del todo. No sé si me explico... podrías poner un capítulo explicando las andanzas de M desde que abandonó el Castillo Negro en medio del libro, no necesariamente al principio e igual con todos los hechos que ocurren. Sólo con poner referencias casuales a tal o cual suceso creas una trama de fondo que se densifica y define con cada palabra. Si además en un momento dado lo quieres aclarar explicitamente creando un capítulo exprofeso no está de más, pero una de las cosas que mejor haces es precisamente conseguir que todo el ambiente y lo que pasa sea creíble sin necesitar aclararlo continuamente.

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    3. Así que dices que creo un mundo consistente y creíble. ¿Por dar trasfondo? No tengo claro mis puntos fuertes desde la perspectiva exterior a mí mismo. Sé lo que a mí me gusta y lo que no, pero no qué impresión causa en los demás. ¿Qué puntos fuertes tengo?

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    4. Claro. Los personajes que creas son reales, con sus fallos y manías y las situaciones las dibujas con pocas pinceladas. Lo que he leído tuyo hasta ahora, aparte de la lógica evolución como escritor, indica que puedes crear todo un fondo sobre el que ocurren los hechos.
      Creo que lo mejor que puedes hacer es escribir lo que te gusta. Sólo así puedes hacer creíbles tus escritos. No sé si tienes suficientes tablas para hacer de mercenario, escribiendo sobre algo que quizá ni te llame ni te guste, así que doy por sentado que escribes lo que quieres.
      Como te comenté otro día, has pasado de presentar inicialmente personajes bastante planos, sin apenas profundidad y con muy poca ambientación a crear situaciones que pueden meterte como lector dentro de ellas. Una de las que más me gusta es la lucha final con el Rey Vampiro. Cuando la leí me metí en la trama hasta el punto de sorprenderme con las capacidades de Susan o la sabiduría inocente de Marty.
      A eso me refiero. Pude ver toda la lucha como espectador neutral y además visualizar todo el decorado, el lugar donde estaban. Pero no sólo eso, también me permitiste meterme hasta cierto punto en sus sentimientos y miedos.
      A veces flojeas, sobre todo cuando explicas demasiado las cosas y no sabría decirte si son acierto o error los comentarios que hacen en ciertas situaciones. No me viene a la cabeza ahora mismo ninguna en concreto. En cuanto las encuentre te las indico.

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    5. El clímax del rey vampiro también me encanta, es lo mejor que he escrito, me parece. Si me cuadran los capítulos será el final del cuarto volumen.

      A veces doy demasiada información y al releer reparto entre más párrafos.

      Las erratas son porque está sin revisar, siempre pasa.

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  2. Doy por sentado que la primera persona del final del relato no corresponde al Rey Félix. Hasta ahora nunca había hablado de sí mismo en tercera persona, así que no me cuadra que lo haga. Aunque el tener que salir camuflado de su castillo le obligaría a comportase de esa manera para que los telépatas y lectores de mentes no lo descubrieran. Las dos opciones son válidas.
    Tienes unas erratas en el texto, sólo redundancias y reiteraciones, poco más. Si las corriges quedaría mejor.

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    1. La narradora por defecto es Mary, Fuera del Laberinto es un libro escrito por ella. Pero habitualmente son otros personajes. El tercer capítulo iba a ser uno narrado por Max y se presenta directamente, así que colgar ya este pilla desprevenido, porque ha había establecido esta dinámica con Mary en varios más del borrador de la novela. Este lo adelanté porque lo acababa de escribir y funcionaba solo.

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    2. Vale. Sabía que no podía ser Mary porque habla de sí mismo en masculino, pero a Max lo había sacado de la trama, ni me acordaba de él. Me has pillado.

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