Fuera del Laberinto 3: Max
Hola, me llamo Max. Jack Max. Puede que hayáis oído hablar de mí.
En el siglo XIX me encontraba jugando a los barcos cuando El
Desafortunado vino a verme.
—Hola, Max.
—Hola, Marty. Ahora no tengo tiempo para ti —dije bloqueando
la espada de un enemigo con mi puñal.
—¡Por la gloria de Albión! —gritó otro embistiéndome con su
bayoneta; ya le había hecho malgastar su munición.
—¿Te importa que termine con esto rápidamente? —preguntó
Marty. Agarré el cañón, giré sobre mí mismo y golpeé como con un bate de
béisbol al oficial que me atacaba con su sable.
—¿Y quedarme sin diversión? No, gracias, Marty.
Continué encargándome de los corsarios unos minutos, hasta
despejar la cubierta.
—Por favor, Max, dime que no vas a abordar a los piratas.
—Bueno, tal vez luego —dije frotándome las manos en la ropa
para quitarme la sangre—. ¿A qué has venido?
—¿Qué sabes sobre La Torre Blanca del piso 18?
—Ah, ¿vienes por eso? ¿El colega de uno de mis yos te está
dando problemas?
—Puede que necesite tu ayuda dentro de un tiempo, pero
todavía no es el momento; por ahora está haciendo su trabajo, y no es malo del
todo… excepto porque en mi mundo ya estaría en prisión por sus delitos.
—No puedes aplicar tus elevados estándares morales a
cualquiera de La Red.
—Es la cuarta vez que me lo dices, pero sigo sin creer que
la moral sea relativa.
—La moral es universal, pero la ética es relativa al grupo.
¿No era esa la teoría?
—No voy a discutir de filosofía contigo, Max.
Detecté la trayectoria que tendría una bala y me anticipé
bloqueándola con la hoja; el encantamiento pasivo hizo que resistiera sin
daños. El tirador estaba en el segundo piso de la cubierta; le lancé el sable
del oficial caído con la mano libre, y lo atravesé de lado a lado.
No parecía haber enemigos cerca, pero no quería usar mi
habilidad de detección. Así que no debía bajar la guardia ni guardarme el puñal,
estaba en territorio hostil. Había algunos tripulantes escondidos en la bodega
que sellé con un hechizo, pero los que vinieron a luchar conmigo ahora eran
cadáveres en la cubierta: los oficiales corsarios tenían La Marca y no eran
débiles. Así que no había nadie que me cubriera las espaldas. Bueno, sin contar
a Marty, pero entonces sería demasiado aburrido. Como jugar al ajedrez contra
hormigas usando piezas de plomo en llamas. Miré en derredor y decidí que podía
hacer una pausa.
—Marty, ¿solo has venido para decirme que más adelante
podrías necesitarme? Pues vuelve entonces, tengo un tesoro que proteger y una
recompensa que cobrar.
—Está bien, sin rodeos: Clara ha conocido a un Trasladado
Mental.
—¿Otro? —tengo que reconocer que comencé a interesarme—.
¿Quién es su huésped? Si es otra vez un hermano celoso del príncipe heredero…
—Es Sara Kim.
Se me cayó el puñal al suelo del barco. Tardé un momento en
reaccionar y recogerlo.
—¿Quién la ha poseído? —pregunté furioso.
—No es tu Sara.
—Me da igual. Ninguna Sara puede ser mala, y ella es mi
amiga. Aquí y en todas partes.
—En realidad tuve que detener a una variante atracadora de
bancos…
—Que quería el dinero para el tratamiento de su hermano.
Clara me contó la historia.
—Y que usaba indebidamente el poder otorgado, nada menos que
en la Tierra. Una de clase A, sin maná. Era un abuso excesivo de…
—Quiero ver a Sara —interrumpí.
—Antes de nada, ¿estás seguro de que lo has superado?
—No soy un adolescente con el corazón roto. Vámonos.
Conjuré una bola de fuego y prendí fuego al barco corsario. Luego
una barrera gigante esférica en torno al barco. Salté al mar con maná cargado
en mis pies, y controlé el agua inyectándolo en ella, dándole forma sólida para
caminar sin hechizos.
Como un presumido, Marty se posó a mi lado con un saltito
elegante, cayendo de puntillas como si tuviera el peso de una pluma.
—¿Como en Panamá? —preguntó.
—Como en Panamá.
Echamos a correr a toda velocidad hasta llegar al puerto.
Dejamos una estela como la de un avión supersónico en el agua. Al llegar a
tierra las olas que provocamos rompieron en el embarcadero, bamboleando las
embarcaciones pesqueras.
—¡Cuidado, gamberros! —gritó un viejo sacudiendo el puño.
—Perdón —dijo Marty frenando la carrera. Llegué a la meta cuando
toqué el faro. El Desafortunado había vuelto a dejarme ganar.
—Odio cuando finges ser débil —dije malhumorado.
—Eres demasiado competitivo. Por cierto, su padre no se
largó.
Pensé en cómo se desarrolló la historia de su familia. El
abandono familiar, la renuncia al apellido del sargento cuando su madre la registró…
—¿Se llama Sara Kino?
Marty asintió. No estaba seguro de si era un cambio positivo
para su vida. Si su padre no la había abandonado al embarazar a su madre,
aceptando tener un segundo hijo, ¿Sara sería mejor persona por eso? ¿O la falta
del sentimiento de rechazo contra el que luchar la haría débil?
—El Trasladado cree que esta Sara no es débil —dijo Marty—.
Se llevó una impresión muy fuerte de ella antes de…
—Odio cuando adivinas mis pensamientos.
—Ya sabes que no puedo evitarlo. No es como si usara magia
para ello.
—Eso dicen todos.
—¿Crees que te leo la mente con un hechizo?
—No, me refiero a los otros Martys.
—Ah… intentamos no pensar en nosotros. Ya sabes que tenemos
mucho cuidado de no cruzarnos ni interferir en nuestras predicciones. Sería un
maremoto de causalidad.
—Qué refinado eres, Desafortunado. El último Marty lo llamó
reventón probabilístico.
Marty se rió.
—No soy tan vulgar.
—¿Qué hay del hermano? —pregunté.
—Ha cuidado de ella. El padre no se lo llevó cuando era
pequeño, porque se quedó en casa.
—¿Esta vez el padre decidió cuidar de la madre enferma? Su
estado mental fue la razón por la que le permitieron quedarse al niño y
conformarse con pasar una pensión para la niña.
—Esta vez lo echaron del ejército por ir borracho y provocar
un accidente. Ya sabes, tasa 0 obligatoria.
—¿Quieres decir que se ablandó lejos de ese entorno?
—Dejó de ser basura y pasó a ser cereales machacados entre
las grietas del sofá.
—¿Y de qué trabaja para mantener a esa familia?
—De vendedor de coches usados. Además el hermano de Sara se
independizó en cuanto pudo, y luego ella.
—Así que no les falta el dinero. Bien.
Me llevó hacia la casa del rubio, quizá la más vieja de la
ciudad. De camino me contó lo que sabía de ese tipo implantado en Sara.
—Entonces él no es nadie —dije—. Solo una víctima más del
hijo del Amo.
—¿Amo? Oh, tú todavía lo llamas así. Bueno, Max, parece que el
Trasladado tiene buen karma, al sumarse con el de Sara la mezcla es
espectacular.
—Ella tiene demasiado buen karma para ser contrarrestado por
un tío cualquiera. A menos que sea un asesino de gatitos.
—Max, creo que esta Sara es como Mary, una mezcla de santa y
valiente heroína dispuesta al sacrificio. Y aun así, el Trasladado Mental y
Sara juntos brillan más que ellas. Y más que las otras Saras que he visto, por
separado. O esta Sara es aún mejor que todas, o el Trasladado Mental
contribuye. En serio, da gusto mirar a ese dúo. Es como mirar a un ángel.
Bufé.
—Marty, odio cuando finges modestia. Mirarte es como mirar
al sol.
—Exagerado.
—Aún no has tenido tiempo de joder tu karma para compensar,
Marty; eres demasiado joven. En Marte, en el siglo XXV, conocí a uno con cincuenta
años que saltaba a la comba con el eje de la neutralidad.
—¿El Amargado? No me lo recuerdes. Qué vergüenza.
—Creía que no os cruzabais entre vosotros, Marty.
—Las crónicas de Mary —replicó. Y eso lo explicaba todo.
—Bueno, volviendo al parásito, Marty…
—En este caso no.
Me costó retomar la conversación. ¿A qué se refería? Marty
era así, rebotaba entre años diferentes como si hubieran pasado 5 minutos.
—¿Cuál era mi pregunta? —dije pensando en lo ridículo que
sonaba. Marty continuó sin más.
—En este caso, Max, el Trasladado Mental ha caído en este
lío por hacerse el héroe. Dos veces seguidas, la segunda como un puñetero
kamikaze. Rompió el escaparate de un negocio en plena tarde porque sospechaba
que hacían algo ilegal, en vez de llamar a la policía. Pretendía liberar a dos
rehenes que había dentro, sin ayuda de nadie y desarmado, excepto por el adoquín.
—¿Y sin poder otorgado ni entrenamiento? —pregunté
extrañado—. Es demasiado idiota para tener tan buen karma, Marty. Sabes que hay
riesgo de confusión. Cuando decides actuar siempre te penaliza el karma interferir
con voluntades ajenas, emplear la fuerza y no seguir las normas, como por
ejemplo tomarte la justicia por tu mano en vez de dejárselo a la pasma. Así que
ese tipo no puede tener un karma tan bueno, es mérito exclusivamente de Sara. Veo
más probable que ese sea un tipo impulsivo bastante normal. ¿Estás seguro de
que no es un capullo?
—Sé que puede haber riesgo de confusión, Max, pero esta vez
no: por los recuerdos a los que él ha conseguido acceder, esta Sara es más
violenta, agresiva y dominante de lo normal.
Eso me hizo pensar en el efecto de no ser abandonada por su
padre antes de nacer.
—¿Es que se rebela contra su padre, Marty? ¿Tiene un padre
pero de adolescente le imponía disciplina?
—¿Por qué asumes que es rebelde? Esta Sara se hizo policía.
—Entonces es una Sara normal. Más o menos. Me gusta más la
detective asesora de la policía —dije pensando en mi Sara. Mi dulce,
inteligente y cariñosa Sara.
—No es normal del todo, Max: se ha tomado la justicia por su
mano, y ha estado yendo por ahí rescatando mujeres, jugando a los justicieros
con su hermano antes de ingresar en el cuerpo.
—Eso es valiente pero estúpido, y técnicamente no sigue las
normas. No debería tener un karma de récord.
—Te dije que se lo subió Damian. Tampoco pudo subirlo mucho
más, porque al poco de hacerse policía fue capturada por el cirujano.
Medité acerca de ello. Sara esclavizada por el hijo del Amo,
con el parásito mental inyectado por ese científico loco.
—Lo mataré —decidí en voz alta.
—No te lo impediré, Max.
—Tu karma acaba de perder un poco de brillo. No es broma.
Pero veo que te da igual. Siempre lo compensas, ¿eh? Bueno, no es como si
tuvieras un bloqueo kármico en el piso 24…
—En mi universo estaba en el 14. Bueno, en mi universo natal
no había ninguna Mazmorra, pero… digamos que era mi universo adoptivo.
—Espera un momento, Marty: ¿un atasco en el piso 14? ¡Joder,
qué Amo más pringado!
Me reí y me puse de mejor humor.
Luego seguí pensando en ella y su parásito mental. La idea
de una Sara con tan mal carácter, pero que seguía siendo ella pese a todo, me
emocionó. Vamos, que me puse cachondo. Quería conocerla. Redobló mis ganas de
librarla de ese parásito mental. “Tal vez esta Sara sea más apropiada para mí”,
pensé ilusionado. “Tal vez ella me acepte totalmente como soy”. Quería una
oportunidad y la tenía a mi alcance.
—¿Quieres que después de este asunto te devuelva a tu
universo? —preguntó Marty.
—Deja de adivinar mis pensamientos.
—Lo hago sin querer…
—Depende de Sara.
—De tu relación, si la tienes, quieres decir. No deberías
ablandarte tanto cuando se trata de mujeres.
—¿Ablandarme? Ahora mismo no tengo otra cosa mejor que hacer
que irme de aventuras.
—Pero crees que una chica casi como la que te gusta puede
hacerte caso, así que vas corriendo a construirle una casita con jardín.
—Sí, solo me falta el perro. Eso serían vacaciones.
—Max, toda tu vida consiste en encadenar aventuras… ni
siquiera sabes lo que son las vacaciones. Pronto te aburrirías. Seguramente
acabarías cortando tú mismo la relación. La “aventura del matrimonio” no es
para ti.
—“Habló quien pudo”. Tú eres peor que yo.
—Eso es materialmente imposible, eres mayor y yo empecé a los
15. Y en realidad me pasé los primeros 4 años huyendo de la muerte inminente,
no buscándola como tú.
—Dicho así parece lo que no es. ¿Y quién ha dicho nada de
casarme? Deja de pensar por mí.
Llegamos al edificio de piedra, que contrastaba con los de
madera cercanos, y me abrió la puerta mágica desactivando las trampas. No es
que estas fueran un problema para mí, al menos no si La Biblioteca no iba en
serio, pero así no perderíamos el tiempo. Bajamos al sótano, apartó el tapiz
colgante rojo, y abrió la pesada compuerta blanca.
—¿Habéis cambiado la decoración?
—Sí, leones dorados en vez de panteras negras. Fue cosa de
Clara, decía que así era más bonito.
—No me gusta.
Llegamos al recibidor y Clara estaba al otro lado del
mostrador. Amaneció en el salón y la luz corrió a abrazar a su hombre. Sentí
envidia de no tener a alguien así a mi lado, y evité mirar su beso. Nadie me
había sonreído así jamás. Sus dientes y sus ojos relucían encandilados desde
que lo vio entrar.
—Me alegro de verte, Max —saludó Clara.
—Me alegro de que te alegres. ¿Dónde está Sara?
Una tosecita incómoda me distrajo y me di la vuelta. Allí
estaba, vestida como un hombre de principios del siglo XXI en una Tierra A de
la curva común. Tan poca cosa era que no la había detectado sin mirar. Si
tuviera La Marca sería solo de nivel 1. La miré de arriba abajo. Me costó
reconocer a mi Sara. “No es mi Sara”, me recordé. “Ella detuvo una guerra
colándose en una sala de reuniones por la fuerza, y razonó con ellos hasta
hacerles entrar en razón. Y luego hizo lo mismo con el otro bando. Firmaron la
paz porque ella decidió que debían hacerlo. Este parásito no tiene ni idea de
dónde se ha metido”.
—No voy a permitirte echar raíces —saludé.
—¿Eso es un saludo?
—Disculpa a Max —dijo Clara—, es un poco arisco y está
preocupado por tu huésped.
—Lo dices como si fuera un microorganismo infectando su
cuerpo —se justificó el parásito con voz femenina.
—En realidad pienso en ti como en un parásito —repuse—. Ya
conocí a alguien como tú.
Se puso triste y eso me dolió. “No es ella”, me recordé.
Marty casi me agarró de la manga, pero se adelantó su novia. Me llevó al otro
lado del filtro de invasiones y me regañó en el Pasillo Infinito. Me dijo lo
que era de esperar: que es una víctima, que teme por su vida, todo por lo que
estaba pasando, etcétera.
—Todo eso me da igual, Clara. No es una persona real. Solo
es un hechizo de información, como un programa informático. Es una nube de maná
tan pequeña que es invisible. Sería como si te preocupara pisar a las hormigas
por la calle. No, es aún peor porque no está vivo.
Clara me miró como si fuera un analfabeto quejándome de la
gente que sabe leer. Me hizo sentir estúpido. Me di la vuelta y volví con
Marty.
—Dile a tu mujer que no vuelva a hablarme así —le advertí.
—Lo siento, Max. Generalmente es muy dulce, ya lo sabes.
Pero Clara y Damian se han hecho amigos. Lleva aquí una semana, y mientras me
esperaba lo único que han hecho es leer y hacerse compañía. Aparte del rato que
están en casa o en el mercado haciendo vida diaria. No se lo tengas en cuenta.
—Así que ahora son inseparables compañeros de piso. Qué
bien.
Clara se puso detrás de mí. Continué:
—He intentado explicarle que se ha hecho amiga de una
ilusión, pero tu novia me considera un idiota.
—No pienso eso de ti, Max —intervino ella—. Es que ya hemos
pensado y hablado tanto sobre todo esto… contigo supone empezar de cero. Son
temas muy tratados en el campo de la filosofía, y tú me vienes con los
argumentos más simplistas y cerrados de mente.
—También se ha tratado en la ciencia ficción, Clara, pero no
me verás quejarme de que nadie puede viajar en el tiempo, ni volar más rápido
que la luz.
Me volví al parásito.
—De un modo u otro te voy a sacar de ahí. Vas a dejar a Sara
en paz y yo la voy a liberar. Ya puede venir el hijo del Amo para impedírmelo,
que le haré pagar por todo de una sola vez. Díselo.
—Esto… no me comunico con él, tío… solo soy un oficinista.
Trabajaba en contabilidad. Verás, de repente apareció una tienda de la nada, en
un solar que el día antes estaba vacío, y…
—No me cuentes tu vida, solo eres un engaño; una ilusión que
imita la vida humana. Si no te he arrancado la cabeza es porque no puedo
hacerlo por la fuerza.
Se le saltaron las lágrimas y retrocedió asustada. Asustado,
quiero decir. Joder, qué mal me sentó.
—¡Max! —gritó Clara apartándome a un lado. Corrió hacia el
engaño y le abrazó.
—Tranquilo, no va a hacerte daño —susurró. Miré a Marty. No
se puso celoso.
—No es una niña, Clara —me quejé.
—Ya sabe lo suficiente, Max, le he enseñado y ha leído. Sabe
que podrías matarle con un soplido.
—Me halagas, pero necesitaría un estornudo. O dos.
—No os peleéis —dijo Marty poniéndose en medio—. Hay una
cosa curiosa en este caso, Max: resulta que sí que tiene La Marca.
—¿Cómo? Dijiste que nunca estuvo en La Mazmorra.
—No lo sabemos.
—Bueno, pues claramente el parásito miente. Sara estuvo.
—A pesar de que Clara confiaba en él, usé magia para
comprobarlo. Dice la verdad, hay cierto grado de comunicación entre él y Sara,
y ella permanece consciente ahí dentro. Aunque apenas le transmite algunas
imágenes o sensaciones, ha aprendido a decirle sí o no. Si presta atención.
—Bueno, pues entonces Sara le miente a él.
—Creo que Sara tuvo algún tipo de contacto sobrenatural con La Mazmorra, sin llegar a entrar. Una invitación tan fuerte, tan insistente, que le concedió La Marca antes incluso de cruzar el portal. Todavía lo estoy investigando. Por la huella que tiene, su antigüedad se remonta aproximadamente al momento en que El Amo fue derrocado en mi universo adoptivo, que es de donde proviene esta Sara. Puede que justo antes, no estoy seguro. Así que El Fantasma ya sabía la clase de Candidato que tenía entre manos, y estaba buscando alternativas como Sara.
—¿Entonces por qué le usó a él en vez de a Sara?
—Quizá porque tardó más en encontrarla. Quizá porque a Sara le faltaban unos años para estar preparada.
—No si rechazó la invitación en aquel entonces. La Sara que rechaza las aventuras y el poder es más madura.
—Quizá El Fantasma sabía que le rechazaría. Quizá quería darle La Marca justo para este momento, para atraer mi atención. Y la tuya. Puede que esto sea parte de su plan.
—No necesitaba La Marca para atraer nuestra atención Sobre Sara con la mente de Damian.
—Esto es diferente, Max: sin La Marca yo podría delegar en vosotros, pero así El Fantasma me obliga a vigilar cada paso del camino. Sabe que no le quitaré ojo por si es una Candidata Especial —Marty caminó hacia mí y me miró a los ojos—: Max, El Fantasma sabe que protegeré personalmente a Sara si tiene La Marca.
—Yo también, Marty, sin necesidad de marcas ni ser elegida por nadie.
—Y por extensión protegeremos al Trasladado Mental, Max. Esa es la gran diferencia que ha creado. Incluso te arrastra a ti para protegerlo también, aunque le odies. El Fantasma sabía que yo sentiría demasiada curiosidad, y que él no podría forzarme a nada directamente, así que ha encontrado el modo de hacerlo indirectamente. Bien jugado, le diría si le tuviera delante.
—Odio cuando presumes de que eres su favorito. Como si jugaras al ajedrez contra él, como si te hubiese elegido como su gran rival.
—Jamás he presumido de nada parecido.
Me puse a andar por la habitación, pensando. Todos esperaban mi respuesta.
—Marty, que Sara tenga La Marca sin siquiera pisar La Mazmorra solo podría significar una cosa…
—En efecto: Sara es la Candidata Especial para derrocar al
nuevo rey de La Mazmorra.
—¿A ese niñato? ¿Por qué no vas tú y le pegas una patada en
el culo?
—Nadie debe ir por ahí imponiendo su voluntad como si fuera
omnipotente, Max. Lo haría si me lo pidiera El Fantasma, pero no lo hizo. Si no
se desmadra demasiado lo dejaré en paz.
—¿Cuántos delitos ha acumulado ya?
—No puedo hacerme responsable de todo en todas partes. Tengo
que elegir.
—A menos que alguien te pida ayuda…
—Exacto.
—Pues ayúdame a arrancar de cuajo a este cabrón.
—Max, ayúdame a salvarlo.
—No hay un cuerpo vacío en el que insertarlo.
—Valdría uno de los nuevos gólems mejorados de Lania.
Últimamente se ha dedicado a imitar el aspecto humano para sentir que tiene
compañía.
—Qué vida más triste.
—El rey no la encerró porque le era útil, pero…
—La domina con magia, lo sé; no puede ni pensar en escapar y
tiene un ala de investigación para ella sola. Lo que significa que vive
aislada. Me lo dijo Clara. Así que planeas un asalto al Castillo Negro solo
para conseguir un gólem. ¿Por qué no haces que Clara investigue un mes y te lo
construya?
—Solo era una idea, Max. ¿Pero no te gustaría tener una
aventura con Sara? Guíala a través de La Mazmorra, protegiéndola, enseñándole.
—No me manipules, no voy a enseñar a pelear a este tío. En
el último momento se negará a meterse en un cuerpo de lata y me atacará.
Entonces Sara podría morir, y además por mi mano. No, ni hablar.
Marty se sentó en la mesa de recepción, y Clara hizo lo
mismo. Sacudían las piernas con inquietud o impaciencia. ¿A qué esperaban? Me
giré a Sara. Estaba mirando su mano.
—Señor Max —dijo la dulce voz de Sara—, de repente la mano
se me ha calentado y ha aparecido el número 1. ¿Es esto a lo que estaban
esperando ellos? ¿No es esto La Marca?
Me acerqué a mirar.
—Sí, parásito. Y más te vale que te quedes ahí, donde no
eres una amenaza para nadie, o gente como yo te atrapará y te matará. Y no
quiero que Sara muera. ¿Entendido?
—¿Entonces nos protegerá usted?
—Yo no he dicho eso.
—Pero nos ha dado un consejo preocupándose por ambos…
—Me preocupo por Sara. Tú estás en medio.
—Ella le ve y le oye, señor Max. Clara no nos quiso dar
detalles sobre usted. No sabe por qué se preocupa tanto por ella.
—No me creo que un parásito pueda comunicarse tan fácilmente
con su presa. Te lo estás inventando.
—Llevo una semana practicando todo el tiempo. A veces ella
toma el control de mis sueños y me muestra cosas. Es lo que mejor funciona,
pero olvido la mayoría al despertar. Y ahora sé que ella está… conmovida.
Halagada. No, es más complicado: siente que no es apropiado. ¿Por qué parece
que esté enamorado de ella? Lo vemos en su forma de mirarnos.
Me sentó como una bofetada y a punto estuve de pegarle un
puñetazo. “¿Cómo se atreve?”. No acaricié mi puñal para usarlo, sino como
amuleto, pero medio instante después Marty estaba a mi lado. Por si acaso. Lo
miré molesto.
—De modo que me dejáis la parte desagradable a mí.
—Es algo personal.
Miré a Sara. La expresión facial no era propia de ella, como
si un artista hubiera hecho una falsificación. No cuadraba con lo que sería
coherente en esa situación, la conocía lo bastante bien para saberlo.
—Cuanto más te miro más siento que no eres Sara —dije—. Pero
si tanta curiosidad tienes, parásito, en mi mundo hay una Sara que es muy amiga
mía. No voy a permitirte que le hagas daño.
—Pero ella no es… nosotros.
—Es una Sara. Se merece todo lo bueno.
—Sara tiene una pregunta insistente. Es como un picor en mi
mente… creo que significa…
—Deja de inventarte cosas. Pareces un adivino de feria
medieval.
—Sara pregunta si amas a tu amiga.
—Es mi amiga, claro que la quiero.
—Pregunta si estás enamorado.
Me atraganté intentando responder, y tosí.
—No te importa.
—No queremos aprovecharnos de sus sentimientos, pero el
señor Marty ha dicho que no puede escoltarnos dentro, que necesitamos formar un
equipo con cualquiera menos con él y Clara.
—Hay millones de gólems en La Red de mundos sin tener que
meterse ahí dentro.
—¿No quieres rescatar a Lania? —preguntó Clara.
—¿A esa? No es de los buenos.
—Solo le pido una oportunidad, señor Max. Yo también quiero
salir del cuerpo de Sara. Quiero volver a mi propio cuerpo, aunque se mezclen
dos versiones de recuerdos de la última semana.
—¿Entonces qué hacemos con el otro? El parásito que habita
en tu cuerpo real sería una Sara, tal vez. Si ese es el caso, no puedo permitir
que ella muera.
Clara dio palmas.
—Muy bien, Max, por fin lo has entendido.
Me giré molesto a la mesa.
—¿Qué cojones estás diciendo?
—Acabas de reconocer al “parásito” de Sara como una persona
real a la que quieres proteger. ¿Entonces por qué Damian no tiene el mismo
derecho a existir?
Aquello me molestó tanto que me fui al baño para no pelear.
Empujé la pared y cedió como gelatina, cerrándose detrás de mí. Se formó a mi
gusto, con uno de esos váteres japoneses sofisticados que hasta te hacen
hidromasaje para limpiarte. Fui directo a la pared y le pegué un puñetazo con
todas mis fuerzas. La rigidez desapareció y fue como un cañonazo en el estómago
de un sapo gigante. Luego rebotó y se estabilizó. Inspiré hondo y volví más
calmado.
—Odio cuando me obligas a cumplir tus planes —dije.
—Yo no he hecho nada —dijo Marty haciéndose el inocente.
Puse los ojos en blanco—. Y tú, parásito… así que te llamas Damian, ¿eh?
—Sí, señor.
—Lo has conseguido. Por ahora te daré una oportunidad.
—¡Gracias, señor! —se inclinó servilmente—. ¡No le
decepcionaré!
—No me hagas sentir vergüenza ajena.
Clara se acercó y me dio una libreta con notas escritas con
perfecta caligrafía. Tenía una lista de pasos de un plan de entrenamiento, otro
de asalto, y hasta esquemas. Me hice una idea aproximada leyéndolo en diagonal
y luego tiré la libreta. Encima de que me manipulaban, no iba a seguir también
sus planes.
—¿Pero qué haces? —protestó Clara. Marty se lo esperaba.
—Todo lo que hacéis, lo hacéis a conciencia. Pero si se
hace, será a mi manera.
—No tengo nada que objetar —dijo Marty—. Si preveo un grave
problema encontraré el modo de avisaros a tiempo.
—Estás 3 ligas por debajo del viejo, Marty. Creer que
adivinas el futuro solo traerá desgracias a los que te sigan.
—Por lo menos no tomo pociones. Lo que ves es lo que hay,
Max: no pretendo engañarte. Desde el principio te expliqué la situación sin
ocultarte nada.
—Siempre os guardáis secretos.
—Bueno, Damian, ¿estás listo para aprender a luchar?
—Sigo sin entender por qué jugarnos la vida allí, señor
Marty.
—Porque el que te metió en ese cuerpo quería divertirse a tu
costa, así que te puso un hechizo rastreador de alcance descomunal. No te
quitará ojo. Sabrá con quién te has estado mezclando estos días. Y no se
esperaba que yo me viera involucrado.
—Así que es un cebo —dije—. Tanta filosofía barata y solo
eres un cínico hipócrita, Marty.
—¿Somos un cebo? —preguntó Damian.
—Es muy bueno escapándose —dijo Marty—, pero esta vez le
atraparemos. Y cuando le encontremos, también hallaremos a tu cuerpo real, y a
la mente de Sara copiada en él. O la de quien sea. Tal vez tenga un Nombre
Verdadero falso, como hizo con Sara un tiempo. En ese caso, el plan A,
recuperarías tu cuerpo real. Si no, hay otras opciones, no necesariamente un
gólem de Lania.
—¿Por qué no lo dijiste desde el principio? —pregunté
cautelosamente. Clara respondió por Marty.
—Piensa en con quién estás hablando, Max.
—Por supuesto —dije poniendo bufando—. Sus planes perfectos
incluyen manipulación perfecta. Igual que con El Fantasma, la gente cree que
hace las cosas por su propia voluntad, como si no tuvieran a un Pepito Grillo
susurrándoles en el oído.
—No funciona así —dijo Marty—. En ambos casos hay libre
albedrío.
Ignoré a Marty y le estreché la mano a Damian. Su mano era
impactantemente suave y delicada, pequeña como la de Sara. Odiaba esa
situación. Quería a Sara para mí solo. Quería esas manos recorriendo mi cuerpo.
Quería besarla y abrazarla, y dormir con ella en el jardín de nuestra casita
con valla blanca.
—El primer paso es aprender a pegar un puñetazo —dije. Y le
pegué.
Sin siquiera mirar me bloqueó el puño con la palma, justo
antes de alcanzar su cara.
—¡Aaaah! —gritó retrocediendo. Fruncí el ceño.
—¿Qué son esos reflejos?
—Ha sido Sara —explicó Clara—. Cada vez tiene más acceso al
subconsciente de Damian. Sus reacciones instintivas podrían salvarle la vida.
“Esto cambia las cosas”, pensé. “De algún modo es más…
interesante”.
—¿Cuándo crees que podría hablar con la Sara real? —pregunté
a Marty.
—No creo que alguna vez puedas.
—Venga ya, hay todo tipo de hechizos mentales. Seguro que
alguno puede poner a dormir a Damian y despertar a Sara. Es más, ¿cómo es
posible que vosotros dos juntos no hayáis encontrado ya cómo revertir el
proceso?
—Claro que lo sabemos —repuso Clara—, y también cómo
trasladarlo a otro recipiente. Pero solo te voy a enseñar esto último. Con la
promesa de que te portes bien.
—Así que los dos vamos a recibir entrenamiento durante una
semana…
—Dos y media —corrigió Marty.
—Pues entonces serán 3. Por no quedarnos cortos —no quería
seguir su plan al pie de la letra, pero tampoco iba a ser un estúpido
precipitando las cosas.
Di una vuelta por la recepción de la Biblioteca, pensando.
—Quiero aprender a poner a dormir a Damian y hacer que Sara
tome el mando. ¿Es posible?
—Probablemente —dijo Clara—. Pero puede que no sin romper
nada. Es peligroso para Damian.
Sentí un tímido tirón en la manga y me volví. Sonreí a Sara,
que estaba preocupada. Luego recordé que estaba sonriendo a un tío que acababa
de conocer y me dio vergüenza.
Por alguna incómoda razón Clara decidió que era el momento
más adecuado para contarme lo de “La Foto Maldita”, cómo Sara se ponía cachonda
consigo misma en esa situación de bondage, y cómo el cirujano sádico pretendía
intercambiarles el cuerpo; para eso creó un duplicado desplazando la mente de
Sara a otro cuerpo, haciendo hueco a la copia de Damian: para que Sara hiciera
realidad la fantasía morbosa creada por La Foto, una Sara sodomizando a la otra.
Tanto hacerlo como recibirlo, algo perfectamente intercambiables por turnos. Por
un lado el cuerpo de Sara, que en realidad sería mentalmente un hombre, alguien
que no deseaba aquello sino que lo sufriría; y la otra Sara en el cuerpo de un
hombre, con polla con la que follarse a Sara (violar a Damian), en vez de usar uno
de los dos consoladores. Estrenando y disfrutando de tener una polla, justo en
plena fantasía sexual hecha realidad, cachonda perdida. Y tras llegar al punto
de mayor excitación para ella, el hijo del Amo le quitaría la mordaza al cuerpo
de Sara, dejaría que Damian se lo explicara todo y suplicara piedad. Y ese
sería el clímax para el científico: esperaba ver cómo Sara se pervertía por
completo, que siguiera adelante haciendo aquello a su víctima. Que continuara
en plan “de perdidos, al río”.
—Pero qué hijo de puta —murmuré.
—Quiere destruir el karma de Sara —dijo Marty—. No sé si es
solo por diversión. Quizá es parte de un plan mayor.
—Pero no bastaría una sola vez —dijo Clara—. Seguramente
planea que sea sostenido en el tiempo, hasta que ya le de igual a Sara seguir
haciéndolo. Lo que implica tener a ambos encerrados en una celda, forzarlos de
diversas maneras, darle afrodisiacos, pero cada vez darle menos dosis… que
termine pensando que ella no es responsable de nada, cuando ya nadie le obligue
a nada y ni siquiera vean cómo lo hace. Que lo haga porque quiere y con
excusas. Una Sara sádica violando a un esclavo de bondage atrapado en el cuerpo
de una mujer.
—Y no me va nada ese rollo —intervino Damian—. En todo caso
lo contrario, el rol dominante, quizá. Parece que esté todo diseñado para
joderme lo máximo posible.
—Y en la misma medida el karma de Sara —contesté—. Así que
el hijo del Amo es aún peor que su padre.
—Creo que lo es —dijo Marty—. Las fuerzas que mueven al Amo
son la envidia, la codicia, el miedo y la paranoia. Hace 2 milenios que dejó de
impulsarlo la curiosidad. Es egocéntrico y el poder lo corrompió durante mucho
tiempo. Y además de todo ello puede que sea un psicópata parcialmente…
—Pero el hijo lo es por completo —añadió Clara—, y se
esfuerza en ello cada día. Es un absoluto sádico. El Amo no hacía esas cosas.
De vez en cuando tenía un arrebato y violaba a alguna de sus esclavas, pero no
iba por ahí torturando a nadie. Pero su hijo… prefiero no hablar de lo que les
hace a las mujeres.
—Y a los hombres —añadió Marty.
—Tuve pesadillas —terminó Clara abrazándose a sí misma,
recordando.
Me giré a Damian. De algún modo sentí que tanto él como Sara
estaban llorando. No eran solo los ojos de Damian. Estaban realmente asustados.
De modo que me dejé llevar, les puse la mano sobre la cabeza
acariciándoles el pelo, y les dije:
—No tengáis miedo. Yo os protegeré.

Hola, por fin he podido leerlo tranquilamente. Lo hice cuando lo pusiste pero no había podido hacerlo con calma hasta hoy.
ResponderEliminarNo veo las incoherencias que comentas. Desde un principio se entiende que es un multiverso y por tanto todas las opciones son posibles, incluso las que niegan la existencia de sí mismo.
Max sabe de sus múltiples yos cohetáneos y siempre acordes a su modo de ser, pero también distintos entre sí. Igual que diferentes Sara, Clara o Marty. Todos fieles en el espíritu pero variados en el modo de ser y actuar. Cada uno con su propio pasado y línea vital.
Si aceptas la idea de infinitas líneas argumentales paralelas incluso las diferencias en el origen familiar tienen sentido. ¿Qué más da que el padre de Sara la haya abandonado al nacer, provocando una frustración vital, o que la crie hasta la madurez? Cada una será distinta y a la vez, igual.
La Sara abandonada estará frustrada por eso y la criada en casa lo estará por otras cosas. Con lo que al final tendremos personalidades similares. Diferentes caminos para un mismo pensar.
En cuanto al orden de los capítulos... No sé si veo clara la aparición de la trama de Gwendoline tan pronto. Sobre todo por la fijación que tiene Max con Sara.
Por un lado, si lo tomas como un adelanto del final de sus aventuras, un atisbo de lo que podría ser, está bien. Por otro, si pretendes seguir un cierto orden cronológico interno, es un desastre total. Te adelantas en mucho a sucesos que deberían tardar años en ocurrir. So pena de crear lagunas en la narración.
Prefiero la primera opción y dejar abierta una rendija para entrever un futuro de los personajes.
Esta es mi opinión.
Y sigue gustándome el cómo juegas con la filosofía. ¿Quién está más vivo, Sara, Damián, los dos, ninguno? Decidir qué hacer con esa copia que tiene conciencia de sí misma no es fácil. Ni ella misma sabe si está viva o es una ilusión
ResponderEliminar¿Hasta qué punto es consciente nuestro reflejo en el espejo? Quién sabe si cada vez que nos asomamos a uno volvemos a nacer en ese mundo al revés y morimos al apartarnos...
el orden inicial como fue escrito creo que fue: la biblioteca, la tienda D&D, Max, La Justicia, Iskaarj, El Cetro falso. Las historias de Gwendolyne y la de Ben las escribí cuando me atasqué, creo que antes y después de Iskaarj respectivamente. Luego la historia continúa. Voy a poner algunos capítulos más por tiempo limitado para mis primeros lectores y luego los borraré. Son borradores preliminares de la novela. Ahora mismo voy a publicar La Justicia.
ResponderEliminar